LA
SEXUALIDAD TÁNTRICA EN EL CAMINO DEL DESPERTAR (III)
La
práctica sexual tántrica es un acto sagrado y trascendente. Cada uno de
los miembros de la pareja tántrica podrá experimentar, casi desde el
inicio, que la energía tántrica de la relación sexual es inmensamente más
poderosa que la energía sexual ordinaria y que, además, la calidad y
naturaleza de ambas energías no tienen casi nada que ver la una con la
otra.
La
sexualidad ordinaria se desenvuelve en un plano completamente horizontal
que implica únicamente a ambos miembros de la pareja, sin que se genere
una conciencia que vaya más allá del espacio y del tiempo concretos del
acto sexual y de él y ella que lo practican. La práctica ordinaria del
sexo no tiene más proyección que la satisfacción individual compartida del
impulso sexual.
La
sexualidad tántrica, sin embargo, sólo la podemos desarrollar desde una
apertura de nuestra conciencia individual al flujo incesante de la energía
de la Consciencia. Cada vez que logramos esta conexión energética con esa
realidad superior (cada uno puede ponerle el nombre que desee) todo
comienza a suceder sin más, espontáneamente. Poco a poco se nos van
revelando, casi siempre de forma súbita, pequeños misterios sobre nuestra
propia realidad espiritual; se producen, de modo imprevisto, pequeñas y no
tan pequeñas realizaciones personales, pequeños saltos en nuestro
despertar que nos llevan a la comprensión directa de aspectos de nuestra
vida que están por actualizar; la práctica sexual tántrica nos lleva al
encuentro paulatino con nuestra identidad profunda; es como un juego de
magia sutil que surge de la nada, pero que siempre sucede más allá del
pensamiento, y de las pretensiones personales de nuestro ego; es la magia
de nuestra transformación personal, sin esfuerzo alguno, que parte de
nuestro propio cuerpo material y nos catapulta a nuestra realidad
inmaterial de vacuidad; es el tránsito del placer sexual al gozo, a la
alegría que todo lo inunda, que todo lo abarca, que empapa e impregna cada
célula de nuestro cuerpo; es cielo en la tierra, nirvana abrazando y
disolviendo a samsara; el tantra es la unión de la realidad suprema con la
realidad terrestre corpórea; es el encuentro de lo de arriba con lo de
abajo, o mejor dicho, la fusión de ambos en una dimensión cósmica que
hacen del yogui y la yoguini dos seres completamente trascendidos, porque
encarnan la unión de los complementarios imprescindible para nuestra
evolución espiritual individual y como seres humanos hacia la Consciencia
Unitaria que todo lo abarca y lo transforma.
Pero
para que este acto sagrado y trascendente pueda acontecer es necesario que
hombre y mujer se relacionen desde su identidad profunda, desde su esencia
divina de Consciencia. Ambos deben reconocerse recíprocamente como seres
de luz, de Consciencia, de naturaleza búdica, dos espíritus que se miran y
se conectan, muy por encima de su diminuta realidad egoísta, en el espacio
consciente donde todo resulta amplio y luminoso. Para lograr esta conexión
espiritual desde el fondo sólo hay que comprender que la Consciencia, lo
divino, lo impregna todo, cada uno de nuestros actos, cada beso, cada
mirada, cada abrazo y que todo nuestro cuerpo es un templo sagrado de
Consciencia.
Después
de esta conexión espiritual en la que hemos superado nuestra mente
superficial egóica sucederá que también nuestros cuerpos irán
reconociéndose mutuamente poco a poco, en la medida en que les demos el
tiempo suficiente para ello. Surgirá un movimiento fresco, espontáneo, de
ambos cuerpos que se dejan conducir cada vez más por su propia
inteligencia celular para bailar, literalmente, la danza sagrada del
tantra.
Apartar
nuestra mente egóica de la práctica tántrica requiere abrirse
completamente a la Consciencia; no pretender alcanzar o repetir ninguna
experiencia maravillosa; desnudarse de cualquier expectativa por muy
espiritual que ésta nos parezca; abandonarse completamente al fluir de la
energía sin cerrarle ninguna puerta en nuestro interior; no intentar
manipular la energía de la Consciencia, o pretender acelerar o conducir su
fluir hacia nuestros intereses de placer…
Una vez
apartada nuestra mente egoísta, cuando ya nos hemos vaciado de
expectativas y deseos, nuestra mente profunda y nuestro cuerpo son uno.
Hay entonces unanimidad en todos los elementos que constituyen el acto
sexual tántrico: cuerpo-mente, hombre-mujer, quietud-movimiento,
palabra-silencio, plenitud-vacuidad, gozo-desapego… En tal unanimidad
acontece de forma natural una profunda presencia, un profundo centramiento
que nos permite tomar total conciencia de cada sensación corporal, de cada
palabra, de cada silencio, de cada respiración, de cada jadeo, de cada
gesto. El acto sexual tántrico es una meditación profunda donde todo es
armonía, donde podemos comprobar con gran gozo cómo hasta el más leve
movimiento de nuestros cuerpos surge ya de la quietud e inmovilidad
interior, cómo la palabra precisa, el susurro amoroso, el gemido gozoso
nacen del silencio mental, cómo, ambas, forma y no forma, son expresión
unitaria y unánime de Consciencia.
Cuando
el caudal de la energía del tantra nos transporta ya sin las compuertas y
obstáculos de nuestro ego, la Consciencia comienza a manifestarse en
nuestra unidad cuerpo-mente, de forma unánime y diversa a la vez, unitaria
y múltiple. En la relación sexual tántrica la energía de la consciencia
desciende de lo alto y penetra en nuestro cuerpo a través del orificio de
Brama hasta nuestro chakra secreto a través del canal central donde el
fuego místico generado es tan real que puede llegar a parecernos que
literalmente nos está quemando. Asciende después hasta el chakra de la
coronilla, a veces como impulsado por un potente émbolo, recorriendo otra
vez todo nuestro cuerpo sin que encuentre obstáculo alguno que impida su
expansión de calor místico y gozo y alegría inefable que hasta nos hace
reír y que embarga todo nuestro cuerpo y mente hasta que llegamos a
comprender que ésa es nuestra propia esencia.
En esta
apertura de todo nuestro ser a la energía de la Consciencia, más y más
abandonados a ella, experimentamos la vacuidad del cuerpo, su purificación
por la acción del fuego místico, la expansión de nuestro ser… Nos
instalamos en un espacio ilimitado de claridad y discernimiento que
disuelve la noción del espacio y del tiempo relativos en el que
habitualmente vivimos. El límite que separa lo exterior de lo interior
desaparece completamente y nuestros sentidos internos se abren de par en
par para permitirnos la percepción de una eclosión de luz poderosa,
brillante, que si bien comienza en la parte superior de la cabeza, se
expande mucho más allá de nuestro cuerpo y ocupa toda nuestra mente
convirtiendo a ésta en espacio luminoso sin límites.
Calor,
fuerza, gozo, alegría, luz, energía multiplicada, propagada, cálida y
gozosa, y una gran claridad mental expansiva que nos hace percibir de
manera clara y precisa todas las circunstancias que nos rodean, tales son
algunas de las manifestaciones de la Consciencia en la práctica sexual
tántrica, que paulatinamente van transformándonos hacia un despertar
seguro.
Claro
que la Consciencia tiene multitud de matices que no hemos descrito y que
se expresan de distinta manera según las características y necesidades de
las personas en las que se manifiesta la Consciencia. Nosotros no hemos
pretendido hacer un tratado, sino simplemente expresar lo que vivimos.
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