UN
ACERCAMIENTO AL TANTRA
Transcurridos largos años en la
práctica de la meditación de la no forma, he tenido la venturosa dicha de
iniciarme en la meditación tántrica.
Cuando surgió la posibilidad de vivir esta relación con mi compañera, me
sentí tan afortunado y desbordado por la inmensa generosidad de la Vida,
que me brindaba semejante regalo, que brotó en mí, de forma natural, un
profundo agradecimiento a la Consciencia por ello y por todos los medios
que viene poniendo a mi alcance en el camino espiritual, entre los que
merecen especial alusión su constante guía, las enseñanzas profundas
impartidas en un entorno energético en el que se expresan copiosas lluvias
de bendiciones, y la existencia de la shanga de practicantes.
Paralelamente, y pese a la confianza en que la Consciencia, partiendo del
nivel espiritual en que nos encontrábamos, nos iba a deparar lo mejor para
dar el paso que precisábamos en nuestro crecimiento, logró
subrepticiamente infiltrarse en mi estado de ánimo cierto grado de
incertidumbre en torno a mi capacidad para la práctica de esta meditación.
En todo el intervalo de tiempo transcurrido desde que tuve conocimiento de
la oportunidad de acceder a la práctica meditativa tántrica hasta el día
en que se convirtió en una maravillosa realidad, estuve envuelto por un
halo protector de energía que disipaba cualquier conflicto, duda o
inquietud que me sobrevenía, en especial con todo lo referente a mi
próximo acercamiento al tantra, y, me acogía, como en un abrazo amoroso,
invitándome al recogimiento interior.
En el primer encuentro tántrico, que se dio en un retiro con mi compañera,
recibí de su parte el gratificante obsequio del recordatorio cómplice
sobre la necesaria confianza que debíamos depositar en la obra de la Consciencia. Sitos bajo su amorosa cascada energética, que manaba
incesantemente por su propia acción espontánea, y en medio de un cálido
clima de afecto, entrega, confianza y compenetración mutuas, nos
hallábamos dos seres unidos, en esta ocasión, por nuestra aspiración
espiritual, que nos llevaba con delicadeza a tenernos en cuenta el uno al
otro para contribuir a que se dieran las condiciones más idóneas para que
la labor de la Consciencia operara en nosotros con los menores obstáculos
egóicos posibles.
La acción de la Consciencia, que no se hizo esperar, fue determinante en
que cediera la sutil mella que me causó el poder del rayo de la inquietud,
que se había filtrado a través de los resquicios de la entreabierta
persiana de la expectativa egoica, anulando su fulgor, tarea ésta en la
que colaboró feliz, como canal de su expresión, mi compañera tántrica por
medio de la sedosa interposición de la cortina de su actitud amorosa,
contribuyendo a que tomara conciencia de la manifestación del genuino Amor
de la Consciencia en mi corazón espiritual.
Tras estos prolegómenos, y con el ego rendido, en buena medida, a que los
acontecimientos fueran como tuviesen que ser, la meditación tántrica pudo
discurrir distendidamente, sin que a estas alturas llegara a establecer
metas prefijadas de las que tenía referencias, intentando mantener una
atención relajada pero lo más consciente posible a nuestros movimientos,
así como a las percepciones, sensaciones, emociones y pensamientos que
surgían, prestando una especial atención al fluir de la energía en el
cuerpo, y retornando sin tensión a la presencia cuando me percataba que
estaba descentrado.
Donándonos el uno al otro y fluyendo en la unión amorosa llegó a resultar
más gratificante el dar que el tomar, pudiendo constatar lo que un místico
cristiano proclamaba, que es dando como se recibe. Desde la meditación,
con el grado de presencia que cada uno podíamos mantener, trascendidas las
barreras otorgadas al tiempo sin que nos influyera, pero que parecía
realmente avanzar a tenor del movimiento de las manecillas de un
despertador situado encima de una repisa, permanecimos largo lapso de
unión cual si fuéramos dos vasos comunicantes, de tal modo que la alegría
y el gozo del uno eran las del otro y las de éste las de aquel, que se
incrementaban a las ya existentes progresando así en una jubilosa espiral
ascendente.
Esta meditación fue una constatación viva de que en la medida que uno va
perdiéndose egoicamente en donación al otro desde la lucidez consciente,
es como va encontrándose a sí mismo, de igual forma, en su esencia
natural. A su vez, sirvió de corroboración de que la otra persona no nos
da el amor, sino que éste anida en nuestro interior, de tal modo, que el
prójimo se convierte en un medio a través del cual, por la entrega
consciente, puede uno actualizar ese potencial que es, lo cual se
convierte en una vivencia conducente a la paulatina disolución egoica.
Pude, de este modo, vivir un alto grado de plenitud, gozo y espontáneo
desapego.
En un momento de más intensa presencia en la meditación, manteniendo la
unión de ambos cuerpos, llegué a experimentar un gozoso calor interno que
se expandía por todo el tórax, en claro contraste a las vivencias
manifestadas en mi corazón espiritual hasta el momento, que se reducían al
centro del pecho. Esta situación dio paso a una experiencia unitaria en la
que se diluyeron los límites corporales, y me encontraba como formando
parte de una corriente energética en la que los dos éramos uno, como dos
gotas de agua que al juntarse pierden cada una su individualidad y pasan a
ser una realidad única más amplia.
Todas las dudas iniciales sobre mis capacidades y aptitudes para la
meditación tántrica fueron literalmente barridas por la acción de la
Consciencia, que me evidenció que cuando tiene un plan, éste se cumple a
pesar de las deficiencias que, en mi caso, tenga, pudiendo afirmar, que
la realidad de su obra superó con creces a mi nivel inicial de confianza
en Ella.
Gracias a la experiencia vivencia que tuve por medio de esta unión de los
cuerpos, pude vivir un nivel de meditación para mí antes desconocido, que
ha supuesto un evidente salto cualitativo respecto al referente anterior.
El alto grado energético generado hizo que mi tono vital cambiara
sintiéndome muy vivo física y mentalmente, y me aportó una cota de lucidez
y consciencia, que ha implicado un paso gigantesco de la actualización en
la meditación. De este modo, a través de los instrumentos físicos, tuve la
oportunidad de trascender muchísimos miedos, carencias y limitaciones, y,
realmente vivir un amor sublime y entrañable que me reveló mi condición de
ser amor como naturaleza de mi ser.
Desde que la relación es tántrica mi vida cotidiana ha experimentado un
giro total al disponer de un superior caudal energético, que ha traído
consigo un incremento de la motivación en la práctica espiritual, con una
intensificación de la meditación sentada, con una mayor presencia en la
vida cotidiana, con más capacidad de lucidez y visión de lo que me
acontece, yendo todo ello acompañado de una superior disposición y
entereza, para afrontar algunos aspectos del inconsciente pendientes de
integrar, y que son removidos, para que emerjan a la superficie y puedan
irse disolviendo a la luz de la Consciencia. Para que todos estos
beneficios no los desaproveche es imprescindible que prosiga e
intensifique la práctica espiritual a través de la meditación, ya que en
caso contrario se pierden como el agua contenida en las redes cuando están
inmersas en el mar, que se escapa al sacarlas a la arena de la orilla.
Todo ello me lleva a intuir que la meditación tántrica es, realmente, un
sendero espiritual sin vericuetos colaterales, cuyo tránsito conduce
directamente al destino final del despertar.
Como el ego no desaparece súbitamente, la energía de la Consciencia activa
los contenidos inconscientes sin actualizar a fin de que puedan ser
disueltos si me abro a su acción desde la meditación. En este sentido,
ante un evento social en el que me encontraba con mi compañera y darse una
determinada circunstancia, detecté que asomaba tímidamente en mí una
emoción amiga muy conocida, que me ha acompañado de forma reiterativa en
toda mi vida, y era la necesidad del aferramiento afectivo. El emerger de
dicha emoción lo viví como una oportunidad excelente de saldar,
definitivamente, cuentas con ella. Gracias a la energía que me asistía y a
una mayor determinación en ir asumiendo lo almacenado en mi inconsciente o
cuerpo emocional acumulado, me fue posible, no huir de la situación
desviando el interés a otros terrenos o no escudarme centrando la atención
exclusivamente en la respiración. Pude permitir que la emoción se
expresara y observarla desde una atención lo más consciente que podía, ya
que, además, paralelamente me estaba relacionando con otras personas. En
los momentos de mayor dificultad mantuve dicha observación apoyándome en
la atención al vaivén de la respiración abdominal.
De repente, un sentimiento de culpa, por el hecho de vivirme todavía de
aquella manera, surcó como un relámpago por mi firmamento mental con la
pretensión de hacerme sentir indigno de toda la entrega y donación de la
que me venía beneficiando, pero se disolvió a través del pararrayos de la
visión consciente.
Aún proseguía la sutil sensación de asimiento afectivo, que también se
desvaneció al persistir en la meditación, estando lo más presente posible
en la observación de los contenidos físicos y mentales que se iban
expresando, permitiendo que con la espiración fueran al espacio vacío de
la Mente Consciente, y dejándome con la inspiración bañar por su paz. En
esta ocasión, esta emoción surgió con muy escasa intensidad,
probablemente, debido al hecho de que cuando con anterioridad brotó con
gran fuerza fue integrada en buena medida, pero no quedó definitivamente
disuelta al no haberse dado en aquel momento una presencia total. En la
actualidad la energía tántrica ha sido tan poderosa que la emoción de
carencia parece que ha sido totalmente liquidada.
En algunas ocasiones, que se presentan en mi mente recuerdos de las
relaciones tántricas sostenidas hasta el momento, éstos obran, por
agradecimiento, como acicate para intensificar el nivel de presencia, y en
otras, en que me sorprendo fantaseando o deseando vuelva a darse una
próxima, son una estimable oportunidad para actualizarme y continuar con
la tarea espiritual.
El que la Consciencia haya hecho que afloren estos aspectos pendientes de
integrar, el que pueda darme cuenta en muchos momentos cuando están
operando en mí, y el aporte de un mayor caudal energético necesario para
actualizarlos, son algunos de los frutos obtenidos a través de la
meditación tántrica, que quedan todos ellos ofrecidos para el despertar de
todas las criaturas.
Desde la práctica espiritual tántrica sigue creciendo en mí el
agradecimiento inicial a la Consciencia, a su permanente guía a través de
sus enseñanzas, a la sangha de meditantes y a la compañera en el camino, y
viene intensificándose mi anhelo de que se dé con prontitud el total
despertar de todos los seres de todos los planos de conciencia y, dentro
de ese proceso, nos alumbre con premura la alborada de un salto evolutivo
de la humanidad con un nuevo ser humano autotrascendido, aspiraciones
éstas que no son una utopía sino una realidad en gestación, gracias a la
acción de la Consciencia a través de la inmensa labor de los budas y
bodhisattvas.
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