LA FELICIDAD EN EL ORIGEN
DEL HOMBRE EN LA TIERRA


En los orígenes del hombre en la tierra, su existencia era plena, perfecta, y por tanto feliz, carente de todo sufrimiento, porque podía vivir los opuestos en la armonía de la Consciencia, donde los opuestos eran elementos complementarios en una Unidad Superior, en una Realidad de Consciencia. En esta Armonía Consciente, el dolor y el gozo, la alegría y la tristeza, el trabajo y el descanso, lo joven y lo viejo, etc., tenían un sentido armónico,  interdependiente, unitario, en el que cada elemento no tenía realidad propia y autónoma sino que tomaba sentido en la fusión con su complementario. De esta unión de complementarios surgía de manera natural, como consecuencia del flujo vital superior,  un nivel elevado y profundo de conciencia en el que el ser humano se sentía expresión, manifestación y ser de Consciencia.

En el ser humano se expresaban las fuerzas de la naturaleza con gran intensidad pero cada pulsión era vivida en la  armonía de su  opuesto-complementario que le aportaba la sabiduría correspondiente. En tal sabiduría el ser humano comprendía los acontecimientos que le tocaba vivir no como contradictorios, sino como integrados en el flujo de la vida, con un sentido interdependiente. En esta sabiduría integral e integradora cada elemento complementaba el sentido de su opuesto incorporando ambos al sentido unitario del universo. Esta sabiduría de la Consciencia se manifestaba en el ser humano de manera múltiple, multiforme y a la vez unitaria e integradora.

Pero de esta unidad perfecta consciente, el ser humano pasó a la dualidad inconsciente egóica, donde ya nada estaba integrado, ni era complementario, sino esencias en oposición sin armonía, sin complementariedad. Sin la asistencia de la Consciencia integradora el ser humano se llegó a sentir separado del resto de los seres humanos y del resto de las manifestaciones y acontecimientos de la Vida y llegó a sentir como amenazantes y como negativas las experiencias que desde la armonía de la Consciencia le resultaban integradoras y unitarias.

¿Cómo sucedió este proceso? También en su interior experimentó el ser humano este proceso desintegrador y desarmonizador con el surgimiento de los pensamientos inconscientes, no engarzados en un sentido unitario y consciente de su existencia como ser humano, sino constituyéndose en pensamientos egóicos,  dualistas, automáticos, autónomos y desgajados  de su eje vivencial, ajenos ya a la Presencia-Consciencia que constituía el eje de la vida del ser humano en unidad con el resto del universo; sino pensamientos vasallos y servidores de la dualidad.

Así ¿podríamos interpretar que el  “árbol de la ciencia del bien y del mal” del que Adán y Eva tenían prohibido comer (Génesis, capítulos 2 y 3) es el árbol de la dualidad egóica que constituye en bien y mal a dos elementos que eran sencillamente complementarios en la unidad de la Consciencia? Al comer de este árbol se desarraigarían de su eje de Presencia-Consciencia que era la fuente de su felicidad y plenitud  porque siguieron a su pensamiento ilusorio egóico inconsciente que engañosamente les sugería en el exterior la clave de su plenitud interior.

En su nuevo estado de dualidad el ser humano se sintió separado de todo. Su psiquismo recordaba la perfecta unidad anterior, pero al hallarse perdido en el bosque de la inconsciencia dual y egóica ya no era capaz de vivir otra realidad que la  de la su separación ilusoria egóica del resto de los seres humanos y del cosmos. Su existencia comenzó a transcurrir así en su pequeña cárcel egoica sin alas para volar en la libertad consciente. En  la unidad armónica de la Consciencia el ser humano vivía en su paraíso terrenal y cayó a un estado de sufrimiento viviendo muchísimas realidades que antes eran diáfanas y claras para su entendimiento consciente,  como misterios en la tierra.

Este estado involutivo de inconsciencia al que el ser humano se desplazó alejándose de su esencia, se fue integrando en su psiquismo inconsciente colectivo e impersonal acumulado a través de los siglos. De la misma manera que nacemos con unas habilidades adquiridas integradas genéticamente, que son consecuencia de los procesos de  evolución que otros seres humanos han experimentado anteriormente, también nacemos con el lastre de la inconsciencia consecuencia del proceso involutivo ya descrito que se manifiesta en apegos, miedos, individualismo, egoísmo, sentimiento de abandono, desamor, de separación respecto al resto de seres humanos y al cosmos. Estos condicionamientos con los que venimos al mundo son lo que el budismo llama el oscuro inconsciente impersonal de la naturaleza humana,  y que en el cristianismo ¿tal vez tendría su correspondiente en el “pecado original” inherente a nuestro nacimiento?

La ignorancia dual egóica vive las fuerzas intensas de la naturaleza en una gran desarmonía desgajada de su esencia, de La Sabiduría Profunda Consciente. Antes vivía la inteligencia directa de la vida, donde no hay misterios,  porque estaba plenamente sintonizado con la Sabiduría Consciente que se expresaba de manera múltiple en todas las facetas de su vida. Una vez desarraigado de su esencia de Consciencia, vivió la fuerza intensa de su naturaleza humana separada ya del conocimiento de la sabiduría que antes le era inherente. De esta manera su devenir existencial transcurrió en la dualidad fundamental en la que se vive en la alternancia de polaridades positiva y negativa que incesantemente cambian de signo y es constantemente traído y llevado por esta alternancia que le enraiza cada vez más y más en su ignorancia inconsciente egóica que es parte de la fuerza oscura impersonal de la naturaleza humana.

De esta manera y gracias también a algunas influencias culturales y religiosas añadidas, el ser humano ha llegado a creer que la maldad, la inconsciencia, el egoísmo, la infelicidad y el sufrimiento forman parte de su esencia como ser humano. En muchos momentos de su vida el ser humano ha creído ser mala persona porque no ha sido capaz de ver todas estas fuerzas oscuras tal como son: como  fuerzas que complementadas con la sabiduría correspondiente de las fuerzas positivas de la Consciencia nos pueden llevar a la vivencia de la Vacuidad plena, gozosa y luminosa de nuestra existencia consciente terrenal.

¿Pero, cómo podrá volver el ser humano a su Conocimiento y  Sabiduría Originales?
Partimos del hecho de que el Principio Consciente forma la parte nuclear de la esencia del ser humano y que tal principio consciente permanece en su esencia por más capas de inconsciencia que se le quieran echar encima. Por lo tanto, es perfectamente posible que el ser humano pueda volver a su conocimiento y sabiduría originales, mediante la visión profunda consciente que ve las cosas de la existencia tal como son. La visión consciente restaurará de nuevo la unidad de los opuestos para que, en perfecta armonía, la luz de la sabiduría irradie toda la vida terrenal del ser humano. Para la vuelta a su esencia, a su identidad profunda consciente, el ser humano tiene que comenzar por los balbuceos de recuperar su conciencia, el darse cuenta de que está respirando,  de que tiene un cuerpo físico. La conciencia plena en este cuerpo físico hará que el ser humano, conectando plenamente con  la Consciencia, vuelva a su estado original de ser.

Mediante la práctica de la meditación shiné, manteniendo la plena conciencia en el ir y venir de la respiración natural, sabiendo jugar con la espiración y la inspiración; soltando con la espiración  toda la neurosis dual egoica, y respirando su esencia con la inspiración: la paz, el silencio y la lucidez conscientes. Al final de cada  exhalar, su conciencia respiratoria se abre a la Consciencia para situarse en esta dimensión de mente consciente, no condicionada por el ego dual inconsciente. Para ello necesita una práctica disciplinada a fin de llegar a reconocerse de manera estable en su identidad profunda consciente y vivirse lejos de la dualidad fundamental inconsciente egóica, que no es nada más que una ilusión, un espejismo creado por el proceso de pensar inconsciente. Trascendiendo el pensamiento inconsciente, el ser humano por medio de la meditación, se enraiza en su esencia y es desde ahí desde donde puede realizar la unidad de los opuestos.

Cada pasión potente de la naturaleza, unificándola con la sabiduría correspondiente de su complementario, llegará a realizar el ser humano autotrascendido de la dualidad ignorante para establecerse en su identidad luminosa consciente.