LA VERDAD DE LA EXISTENCIA
Hay personas que
confunden la comprensión meditativa, que es experiencia vivencia de las
cosas de la vida tal como son, con el conocimiento teórico, que es
entendimiento lógico. Ponen su energía en estudiar mucho y se dedican a
acumular conocimientos y más conocimientos teóricos, creyendo que
intelectualmente pueden obtener la comprensión espiritual. En esta
experiencia de la vía meditativa hacia el despertar, la comprensión
meditativa sucede en nosotros cuando transcendemos el proceso de pensar
llegando a la vivencia de la realidad de las cosas como son y viéndolas y
percibiéndolas tal como son.
La comprensión meditativa sucede en el Aquí y Ahora o en el instante
eterno, y reconocer el Aquí y Ahora sólo es posible por una apertura real
de nuestra mente a la acción espontánea de la Consciencia. Buda, cuando
hablaba a sus discípulos de la visión profunda de la mente, les decía que
el conocimiento (se refería solamente al conocimiento intelectual) es la
corrupción de la mente. La visión profunda de la mente sobreviene cuando
transcendemos el proceso del pensar. Sintonizar con nuestra esencia, a
través de la atención lúcida consciente que nos sintoniza con la visión
profunda de la mente, es fruto de la práctica disciplinada en el shiné
vivido en profundidad, que es un desarrollo de conciencia de los
contenidos físicos y mentales de cada instante, que nos sitúa en una mente
presente en el Aquí y Ahora. En esta práctica sintonizamos con la
atención lúcida de la mente que nos abre a la visión profunda de la
realidad. La observación lúcida consciente nos lleva a sintonizar con la
visión profunda que refleja en nosotros toda la realidad tal como es,
visión en la que vemos lo falso como falso y lo verdadero como verdadero,
abriéndonos a nuestra identidad profunda consciente no separada del fluir
de la presencia consciencia en el Aquí y Ahora. Desde la presencia en cada
momento no nos veremos empujados a la repetición circular de pensamientos
inconscientes mecánicamente repetitivos.
La comprensión plena meditativa no surge como fruto de ninguna creencia.
Creer o no creer no tiene ninguna importancia en esta vía solitaria
meditativa hacia el interior de la mente. Si generamos mucho conocimiento
intelectual en un proceso incesante de pensar y con apego a ello, éste nos
condiciona y nos llena de muchas ideas inútiles y nos dificulta la
meditación. Reconocemos la meditación cuando transcendemos el intelecto y
esto nunca surge por esfuerzos egóicos de estudios intensivos. Ante todo
la meditación es silencio y este silencio lo experimentamos más y más
cuando en nuestra meditación nos abrimos a espacios ampliados de la mente
consciente en los que llegamos a escuchar el silencio.
La comprensión meditativa nos transmite la verdadera realidad, hasta
encontrarnos cara a cara con la Verdad Absoluta, ilimitada de la gozosa
Vacuidad de la mente consciente, proceso éste dirigido por la acción
espontánea de la Consciencia cuando un meditante pasa a la otra orilla del
no ego. Pero para ello tiene que haber en nosotros una preparación para
poder estar en condiciones para que surja un reconocimiento de la
meditación. Es por lo que practicamos la meditación en un punto, pasando
después a un shiné en el que se puede practicar en profundidad en el
desarrollo de conciencia, situándonos en una mente presente en apertura
al Aquí y Ahora. En la mente profunda consciente conectamos con la
sabiduría profunda de la mente, es decir, con la inteligencia directa de
la vida, que no nos llega por la acumulación de muchos datos intelectuales
que provienen del exterior. La comprensión plena de la sabiduría profunda
precisamente no acumula ningún concepto, ninguna creencia se expresa en el
silencio profundo del Aquí y Ahora.
La sabiduría profunda de la mente actúa en todos los seres humanos que se
abran con una ausencia total de pretensiones egóicas. Es cierto que hay
una búsqueda sincera intelectual de la verdad, pero el intelecto humano es
muy limitado para abarcar la totalidad de la verdad de la existencia
humana. Puede tener unos vislumbres, atisbos, pero no mucho más, porque
no puede entender la verdad trascendental. Mirando de manera aislada cada
concepto del intelecto, éste no resulta nada más que un fragmento de la
verdad, un aspecto muy limitado de la totalidad de la verdad. Un ser
humano sólo podrá comprender la totalidad de la verdad de la existencia
desde la intuición directa de la profunda sabiduría consciente. El trabajo
previo para ello es un buen desarrollo de conciencia desde una mente
presente en apertura a la mente consciente, y es entonces cuando estamos
en condiciones de sintonizar con la sabiduría que se expresa generosamente
en las mentes meditativas que vivan una apertura total de su mente a la
acción de la sabiduría .
Si el intelecto humano se abre totalmente a la acción consciente podrá
participar en la comprensión que nos dona la sabiduría, transcendiendo así
las realidades parciales y adentrándose en la totalidad de la verdad. Un
intelecto que se abre para dejarse iluminar por lo rayos de la sabiduría
intuitiva puede vivir una experiencia de totalidad para contemplar cara a
cara la totalidad de la verdad de la existencia tal y como es. A esta
apertura la podemos llamar la reconciliación del intelecto con la
Consciencia que desvela al ojo espiritual lo que antes permanecía
velado. La mente meditativa adquiere el verdadero conocimiento trascendental enraizándose en un estado mental lúcido donde no tiene
cabida ni la confusión ni la ilusión de la inconsciencia egóica. La
sabiduría de la mente meditativa es de tal plenitud gozosa que supera
todo deseo de acumular conceptos filosóficos o religiosos que no aportan
la experiencia de la compresión sabia profunda. Se puede afirmar que el
obtener varios títulos en diversas disciplinas no nos garantiza la visión
objetiva de la realidad de la vida tal como es. La podemos llamar también
la REALIDAD con mayúsculas. El budismo habla de dos tipos de realidad: la
absoluta y la relativa. Abriéndonos a la sabiduría profunda consciente nos
adentramos en la dimensión de la realidad absoluta.
En general los seres humanos tenemos una idea muy limitada de la mente. La
entendemos como el proceso de pensar, la capacidad de razonamiento
intelectual, y consideramos que un buen desarrollo intelectual nos lleva
al techo de la evolución humana, y no es así. El verdadero conocimiento
humano está -mas allá de los pensamientos- en la mente profunda
consciente. Es una dimensión mucho más amplia que la de los pensamientos y
ante el conocimiento trascendental al intelecto sólo le queda silenciarse
y abrirse para ser iluminado por la sabiduría intuitiva consciente. Los
pensamientos que aparezcan a este nivel serán inspirados, creativos o
también iluminados. Este es el único modo de abrirnos al silencio profundo
de la mente, a la sabiduría trascendental. Para que lleguemos a ver la
verdad de la existencia humana tal como es, será necesario que nos abramos
a la mente profunda consciente. La dimensión de la Consciencia trasciende
toda cultura, raza, religión y sistema filosófico. La Consciencia
trasciende todas las tradiciones, lo cual no significa despreciar a nada
ni a nadie, sino todo lo contrario. La acción directa de la sabiduría es
implacable ante todas las formas de aferramiento egóico, incluyendo
también el aferramiento religioso fanático. Las tradiciones religiosas más
puras también tienen aferramientos y se condicionan a sí mismas sirviendo
a egos colectivos e individuales. Esto conduce a una cerrazón, a un
cerrarse al corazón espiritual, imposibilitando el fluir en el amor
imparcial hacia todos los seres sintientes. La enseñanza que Buda impartió
hace casi 2600 años fue el dharma universal que está plasmado en el corazón
espiritual de cada ser humano. Todo cuanto necesitamos conocer está en
nuestro interior, y el modo más simple para abrirnos al dharma universal es
la meditación. Mediante la practica meditativa se observan lúcida y
directamente todas las cosas de la vida para verlas tal como son. Éste es
un conocimiento personalizado a cada meditante en el interior de su
mente. Para ello no necesitamos ejercitar la fe. En la vivencia
experiencia meditativa la fe no es necesaria. Después de practicar
disciplinada y correctamente la meditación, la Consciencia transforma
nuestra vida, para que podamos vivir una nueva perspectiva viendo las
cosas de la vida tal como son. Hay personas que tienen muy claro que antes
de sentarse en meditación es mucho más inteligente estudiar la mayor parte
de las escrituras budistas y leer amplios tratados acerca de la verdad,
después de lo cual ellos consideran que pueden estar en condiciones de
meditar, porque han adquirido un bagaje suficiente para comprender el dharma universal, las enseñanzas universales de Buda. Esto es un
planteamiento erróneo. Sería insuficiente toda una vida entera para
estudiar y conocer todas las escrituras de Buda. Adquirir un bagaje tan
amplio no parece que sea compatible con llevar una vida normal de relación
personal, social, familiar y profesional, por muy grande que sea la talla
intelectual de la persona. Si comprendemos bien que todo el dharma
universal está en nuestro interior, en el corazón espiritual de cada ser
humano, resulta innecesario tanto estudio teórico para buscar una verdad
que ya mora en nosotros. En lugar de acumular muchas definiciones de
verdades absolutas y relativas, debemos practicar una meditación de manera
disciplinada y relajada física y mentalmente. Una búsqueda sincera nos
llevará a conocer la simplicidad de nuestra identidad profunda consciente,
nuestro ser real, bien sintonizado con nuestro corazón espiritual, hasta
llegar a tener todo el dharma universal, toda la enseñanza universal de Buda
en nuestro interior. Sintonizados con la sabiduría intuitiva, la práctica
meditativa nos purifica enormemente para que podamos llegar a comprender
la verdad de la existencia humana. Pero para todo ello será necesario
poner las bases meditativas, que son un shiné vivido en profundidad en
apertura a la mente profunda consciente. Viviendo la presencia de cada
momento en apertura al Aquí y Ahora, es como fluiremos enraizándonos en
nuestra esencia consciente.
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