URGE TRANSCENDER
           EL ILUSORIO EGO DUAL

 

En los seres humanos, por el simple hecho de serlo, se dan dos polaridades, una positiva o principio consciente y otra negativa u oscuro inconsciente impersonal. La mayoría de la humanidad nos vivimos desgajados de nuestro Ser real, sumidos en la inconsciencia y presas de la dualidad egoica, de modo que el inconsciente colectivo viene a ser la suma de los inconscientes individuales. Por ello, es conveniente que no juzgue las manifestaciones del inconsciente colectivo ni los comportamientos individuales ajenos, y observe conscientemente el propio inconsciente personal a fin de detectar y aceptar aquellos aspectos egoicos pendientes de integrar en mí, a fin de que se disuelvan a través del único medio posible que es la atención consciente.

La observación de mi propio ego requiere cada vez un mayor grado de vigilancia consciente porque desde la inconsciencia no soy capaz de percatarme de mis movimientos mas burdos, o   porque emergen nuevas capas egoicas desconocidas anteriormente o porque las identificadas adquieren una sofisticación propia de la progresiva sutilización del ego, y en cualquiera de los casos, si no estoy lúcidamente atento, concluyo cayendo en actitudes egoístas propias de la esfera egoica.

En este sentido, puede resultar ilustrativo el relato de algunos aspectos de una de las relaciones afectivas de pareja que sostuve hace un tiempo con una mujer que también practicaba la meditación, aunque no exista una mayor proximidad temporal entre aquella situación y la presente reflexión. Puede que lo que voy a relatar no fuera realmente tal y como lo voy a expresar pero es de la manera en que lo veo en este momento. Probablemente, como me ha ocurrido en otras ocasiones, sea posible que al proseguir el trabajo espiritual e ir ahondando en mi propio inconsciente descubra nuevos aspectos e intencionalidades ignoradas por mí en la actualidad o que al desenmascarar al falso ego en mayor profundidad me encuentre con que la versión de los hechos que voy a describir contenga una cierta dosis de falsedad. De todos modos, aunque no se ajuste a la realidad tal cual fue, estimo, que similares actitudes egoicas  a las que voy a exponer tienen un sustrato generalizable a todos los egos en determinada fase de su evolución, lo cual puede resultar esclarecedor para ir comprendiendo su tortuoso y complejo funcionamiento, la no fiabilidad de sus planteamientos, sus limitaciones para hallar una salida satisfactoria a los problemas que genera, el sufrimiento al que conduce a uno mismo y el que produce a los demás y la falta absoluta de libertad que supone vivir bajo su imperio.

Antes de iniciar nuestra relación yo era conocedor, a través de ella, de la particular situación transitoria por la que atravesaba en aquel momento, que en general hacía que durante un cierto periodo pudiera ser más conveniente que no mantuviera una relación de pareja por las contrariedades, entendí o quise entender, que pudieran derivarse hacia quien en aquella coyuntura pudiera ser su compañero. Como en una etapa previa amistosa viví algunos de aquellos contratiempos derivados de dicha circunstancia, creí ilusamente que serían, en principio, llevaderos, y paulatinamente superados desde el dialogo y desde el nivel de amor en que nos vivíamos, siempre y cuando prosiguiéramos ambos con la práctica meditativa. Por otra parte, lamentablemente, en ningún momento tuve conciencia de que fuera improcedente, por mi parte, el que entrara en aquella relación por el mal que en aquella fase pudiera crearle activando, desde mis carencias y demandas, un mecanismo en ella que le llevara a repetir comportamientos anteriores con el subsiguiente sufrimiento, sin que yo pudiera ayudar a evitarlo o contribuir a reconducirlo a un punto satisfactorio. Por el contrario, llegué incluso a creer que al estar llevando ella un trabajo interior desde la meditación, pudiera, al aceptar yo pasar por aquel lance, darse unas condiciones favorables para que encarara los problemas que surgieran sin el temor a que se manifestaran, y pudieran irse disolviendo.

Era esperable que algunos de mis comportamientos le generaran conflictos, pero tenía el convencimiento de que si me los hacía ver podría evitarlos o corregirlos, pero no consideré que estos posibles roces egoicos pudieran llegar a tener una entidad que hicieran desaconsejable el iniciar la relación.

Ambos expusimos lo que sentíamos por el otro, lo que buscábamos en la unión que deseábamos establecer, y aquellos aspectos de nuestra existencia que creímos pudieran tener una relevancia. Por mi parte, del catálogo de cuestiones de índole personal que le expuse a la hora de sopesar la conveniencia o no de iniciar la relación entresaco aquella en la que le planteé que sabiendo que mi auténtica naturaleza de ser era plenitud, en cambio, dado mi bajo nivel de actualización y fruto de tener pendientes de integrar importantes aspectos de mi inconsciente, me vivía demandante afectiva y sexualmente, dejándole claro que en el estadio en el que me hallaba nada tenía que ver con el hecho de canalizar la energía sexual elevándola en pos de una realización espiritual. Nos aceptamos mutuamente con todas nuestras limitaciones y comenzamos una andadura conjunta.

En aquel entonces, tenía el convencimiento de haber sido totalmente sincero y de haber puesto todo de mi parte para que no alimentara posibles expectativas que discurrieran por otro sendero. Así mismo, tuve la impresión y la sensación de  que ella también fue muy franca en todo lo que abiertamente me planteó de forma lisa y llana. Respecto a mí, no tuve conciencia de estarla utilizando para lograr satisfacer mis carencias y apetitos, sino que estaba en la creencia de que estábamos sentando las bases de una relación en la que partiendo del nivel de amor que sentíamos, aspirábamos a podernos entregar el uno al otro desde nuestra capacidad para ello y recibir sin tapujos el uno del otro intentando conciliar en lo factible nuestras mutuas demandas, todo ello desde un compartir sustentado en la aceptación recíproca, la confianza, la sinceridad relativa en relación a nuestros propios convencimientos, el respeto, la valentía de intentar afrontar las evidentes dificultades para ver si lográbamos superarlas y el anhelo de nuestro crecimiento humano y espiritual. No llegué a concluir que, en aquella específica situación temporal, la satisfacción de las demandas y el desarrollo de los potenciales inherentes a nuestra esencia fueran incompatibles.

De todo aquel planteamiento conjunto no sentía que tuviera nada que reprocharle ni que tuviese algo de qué recriminarme. El guion egoico de la introducción en el que colaboré activamente me parecía intachable para el nivel en que nos hallábamos, y no le encontraba ningún párrafo a pulir, corregir y mucho menos censurar. Todo me parecía propicio para iniciar el rodaje de una relación no exenta de riesgos por la cual apostaba. El resto del argumento central lo teníamos que ir escribiendo sobre la marcha dependiendo del desarrollo de los acontecimientos, y para el final solo había dos posibles opciones, o prosperaba favorablemente durante un buen tramo de nuestra existencia o se truncaba. Estábamos dispuestos a arriesgarnos para que el final que sobreviniera fuese el primero, sin percatarnos hasta un tramo del rodaje que a la hora de ir redactando la historia cotidiana cada uno teníamos en nuestro inconsciente individual, oculto para nosotros mismos, un guion prefijado escrito desde la infancia y sin corregir desde la atención lúcida consciente, que nos impelía a interpretarlo con independencia del otro, y lo representábamos como si poseyéramos unas buenas dotes actorales ya que lo habíamos repetido en múltiples ocasiones a lo largo de nuestra vida con otro intérprete y con cambios de escenario y vestuario, lo cual nos llevaba a creer que era una obra distinta la que estábamos poniendo en escena. Fruto de ello y de la situación específica por la que ella atravesaba en aquel periodo surgieron ciertas disonancias algunas de las cuales fueron tratadas y otras, en cambio, no fueron abordadas o planteadas con claridad, generando algunas disensiones y acomodos al otro. Por mi parte hubo, por ignorancia del alcance práctico de aquella circunstancia particular, de sus repercusiones y de cómo abordarlas, una incapacidad de acercamiento y comprensión en profundidad de su problema, que hubiera requerido poseer unos conocimientos de los que yo carecía, no siendo suficiente la mera voluntad.

Aunque por los signos externos me parecía que ambos estábamos interesados en continuar la relación tratando de superar las dificultades, llegó de forma abrupta el momento en el que optamos por dejarla por el bien de ambos, teniendo que aceptar, al menos por mi parte, la inconveniencia de proseguirla.

Debido al aferramiento a la relación, es decir, a la pretensión de que se diera lo que no podía darse, la separación me produjo un gran sufrimiento del que tardé un tiempo en salir tras haber caído en un profundo estado depresivo. Al hondo dolor de la pérdida se unió con posterioridad una fuerte angustia existencial de desamor y soledad que salió a la superficie al activarse aquellos contenidos no integrados que anidaban en el cuerpo emocional acumulado en el pasado.

La fuerza de aquellas emociones perturbadoras me arrastró en su espiral ascendente haciéndome imposible, en su inicio, cuando tomaba conciencia, lograr permanecer actualizado más allá de unos breves instantes, ni siquiera cuando me sentaba expresamente a meditar. El ego incidía una y otra vez, sin aparente tregua, en remover desde distintos ángulos diversos aspectos de aquel proceso ahondando de forma masoquista en el sufrimiento.

Cuando por la acción de la Consciencia a través de la Maestra se me apartaba el dolor psíquico y la angustia y me encontraba en paz como si nada de toda aquella historia hubiese hecho mella en mí y todo hubiera sido como un simple sueño nocturno sin mayor trascendencia, en vez de poner toda la energía en la meditación,  volvía como si no me tocara, debido a mi bajo nivel de actualización, a recrear desde una aparente distancia distintas situaciones y a fabular con la posibilidad de que en un futuro próximo no existieran los inconvenientes de aquel momento y pudiera reanudarse felizmente la relación. Los enganches a aquellos pensamientos, al principio muy cortos y esporádicos y luego más prolongados y frecuentes acabaron polarizando toda mi atención en el tema estrella del momento, hasta que las emociones y sensaciones retornaban somatizadas al cuerpo físico volviendo a encontrarme en el estado doliente anterior.

El ego en su girar quería completar todo el puzle, saber realmente lo que había acontecido para que se hubiese dado aquel desenlace no deseado y delimitar las responsabilidades. Solo a partir de cierto grado de rendición  ante la imposibilidad de llegar, por determinadas circunstancias, a una conclusión, y la aceptación del sin sentido que ello tenía cuando la relación no podía ser retomada, pude hallar cierta paz pese a que me percataba que todo aquel problema no se había disuelto pero que lo estaba viviendo como si estuviera bajo los efectos de una anestesia. En esta nueva y transitoria situación no dolorosa me resultó más fácil actualizarme en más ocasiones y durante más tiempo cuando volvía a engancharme con lo ocurrido y notaba que los efectos de la anestesia comenzaban a desaparecer con lo que la amenaza de retorno del dolor resultó un acicate para volver a estar presente.

La primera evidencia de aquella dolorosa experiencia fue ver el fuerte aferramiento que tenía a aquella relación de pareja, lo cual me sorprendió dado que anteriormente a establecerla había pasado mucho tiempo desde la anterior, y pese a que sabía que la demanda existía, no había vivido ni por asomo una situación tan angustiosa y mucho menos deprimida por el hecho de no satisfacerla.

Así mismo, constaté que para mantener una relación de pareja cuando se transita el camino espiritual consciente es preciso, cuanto menos, tener un grado de presencia importante que permita vivirla desde el desapego a fin de fluir sin ataduras egoicas y en libertad, respetando escrupulosamente la ajena; haberse dado una importante purificación en el terreno sexual que permita entregarse a la sexualidad como una práctica liberadora y de crecimiento espiritual mutuo; y tener un notable grado de donación al otro exento de egocentrismo. Si no se dan estas condiciones, como era nuestro caso, el hecho, prosiguiendo con el símil cinematográfico, de montarse en la "grúa" de una relación afectivo-sexual en la que mantenerse en la misma situación previa mediante un “travelling” horizontal resulta casi imposible, implica que o bien se asciende en contrapicado hacia lo más sublime o se desciende en picado a lo más burdo.

Comprendí con claridad que el ego es por propia naturaleza ilusorio, falso, neurótico y egoísta, y que si actúo bajo su influencia me conducirá, tarde o temprano, por sus tortuosos y sufrientes senderos causando dolor a mí mismo y a los demás, y que  por añadidura es incapaz de dar salida satisfactoria a los propios problemas que genera. Urge, por tanto, que transcienda mi ego desde la apertura constante a la Atención lúcida Consciente desde donde podré ver la realidad tal cual es, y  desde donde a través de su proceso purificador me será posible irme instalando cada vez en mayor profundidad en mi auténtica naturaleza de ser consciente.

Cuando asumí el alcance de mi inconsciente actuación, la acción compasiva de la Consciencia a través de la Maestra, me ofreció la generosa oportunidad de llevar a cabo un trabajo de purificación a través de la actualización consciente en el cuerpo, que aunque doloroso en ocasiones, es profundamente liberador. Agradezco inmensamente la inconmensurable entrega y compromiso de la Maestra en pro del Despertar de todos los seres en general y de mí en particular, aunque en muchas ocasiones sea, lamentablemente,  la receptora de mis rebotes egoicos, cuando remueve mi inconsciente para que pueda verlo, encararlo y trascenderlo.

Así mismo, quedo profundamente agradecido a los compañeros de viaje espiritual con los que mantengo mayor proximidad, por la amorosa acogida que me dispensaron, por su comprensión, por su apoyo incondicional y por su donación hacia mí, tanto en los momentos oscuros y dolorosos por los que atravesé, como en los progresivamente liberadores que han ido sobreviniendo, todo ello desde la sencillez de un “hoy por ti, mañana por mí”.

Estoy convencido, que esta mujer que fue mi compañera, y a la que pido perdón, y doy gracias por todo lo bueno que aportó a nuestra relación, proseguirá en la brecha con el trabajo espiritual allá donde se encuentre en cada momento. Pido que ambos, cada uno en su viaje solitario hacia el interior de la Mente consciente, alcancemos prontamente la liberación total, tras trascender la locura neurótica del ego dual e instalarnos en la locura de amor y sabiduría de nuestra Identidad profunda Consciente, y solicito que todo ello redunde en beneficio del Despertar de todos los seres, y que este acontecimiento colectivo se haga realidad cuanto antes, cesando de inmediato todo el sufrimiento innecesario para su consecución.