REFLEXIÓN SOBRE LA UNIDAD DEL PAR
DE OPUESTOS EN MI VIDA PERSONAL
Se
oye la insonoridad en la gompa de meditación del Centro Karma Samten Ling.
Desde una profundidad mayor de silencio, desde la Vacuidad más
exactamente, surgen las palabras de la Maestra impartiendo, como es
habitual aunque extraordinario, una enseñanza. Cada vocablo va acompañado
de una energía transmutadora y de un poder de materialización de lo que
pronuncia, que nos permea y transforma a todos quienes estamos abiertos a
su fluir, llegando su influencia benéfica a los más recónditos ámbitos del
espacio. Desde la meditación cada uno comprendemos lo que en esa ocasión
debemos entender, y asimilamos aquello que precisamos en cada momento, ya
que no se trata de un ejercicio reflexivo en torno a lo que oímos.
En este excepcional contexto la Maestra expuso que en sus orígenes el ser
humano moraba feliz en la unidad de la Consciencia, viviendo de forma
integral ambas polaridades, positiva y negativa, pero que, posteriormente,
al situarse en la mente de superficie se desarraigó de su esencia unitaria
o Mente Consciente pasando a residir en la sufriente dualidad egoica. A
continuación prosiguió reseñando que ambos polos o, dicho de otro modo, el
bien y el mal se hallan eternamente en la Vacuidad pero de forma
inseparable. Así mismo, constató que en todo ser humano, por el simple
hecho de serlo, está, por un lado, afincada la polaridad positiva o
principio consciente depositado por la Consciencia, y, por otro, el
inconsciente individual o personal imbricado en el oscuro inconsciente
impersonal de la naturaleza humana o inconsciente colectivo, que es la
suma de todos los individuales. Culminó la enseñanza expresando que la
única vía para que el ser humano vuelva a vivirse en la unidad del Ser,
despertando a su auténtica naturaleza, es la de la meditación consciente,
integrando a través de ella los pares de opuestos complementarios,
aspectos todos ellos que explicó de forma pormenorizada.
En primera instancia, quedé sorprendido y admirado a la vez por la
Sabiduría vertida por medio de las palabras de la Maestra, cuando, de
forma sencilla pero profunda sin aportar ningún halo de trascendencia a lo
que es trascendental, haciéndonos partícipes desde su vivencia, nos
desveló, manifestando lo que nunca había sido revelado con anterioridad,
el denominado “misterio del bien y del mal”, que los teólogos y filósofos
todavía no han podido desentrañar. Algo similar experimenté cuando con su
exposición de los tres Kayas dio sentido al llamado “misterio de la
Santísima Trinidad”. Estos son, para mí, unos ejemplos diáfanos del
inmenso abismo existente entre la experiencia-vivencia consciente y el
razonamiento intelectual, al que por el peso de la losa de la inercia
egoica lamentablemente recurro con asiduidad distorsionando la realidad,
pese a saber que solo desde la Atención lúcida Consciente, que nos conecta
con nuestra esencia, es posible ir viendo y viviendo todos los fenómenos
de la existencia tal cual son.
Por otro lado, su esperanzador mensaje me resultó, a nivel racional,
altamente tranquilizador en contraposición a la castrante educación
religiosa recibida en mi infancia, que dejó una profunda huella negativa
en mi psiquismo personal, que todavía hoy perdura en buena parte, pese a
que me confesé no creyente en la adolescencia. Los conceptos asociados y
concatenados de virtud o pecado, bondad o maldad, inocencia o culpa,
absolución o penitencia, premio o castigo, y gloria o condenación eternas,
en los que fui formado en mi niñez siguen, de forma larvada, siendo un
lastre que impide el vuelo libre de mi espíritu. Por añadidura, se me
imbuyó la idea de que si hacía bien era bueno y si obraba mal era malo, y
no la noción de que, simplemente, me había comportado de forma positiva o
negativa, con lo cual fui reforzando el concepto de que la calidad y
cualidad de mis actos eran consecuencia de mi identidad. En muchas
ocasiones me sorprendo culpabilizándome por mis acciones u omisiones,
recriminándome por ellas bien de forma severa o bien de modo indulgente
según su gravedad, sintiéndome acreedor a la reprobación ajena.
Lógicamente, aplico el mismo baremo a los comportamientos ajenos y emito
idénticos juicios ante similares actitudes, aunque desde una postura condescendiente los barnice de comprensión, aun sabiendo que si no juzgo no
seré juzgado, especialmente por mí mismo.
El querer ser bueno como un acto forzado de voluntad me ha conducido en
innumerables ocasiones al fracaso, especialmente cuando emerge súbitamente
mi cuerpo emocional acumulado en el pasado o inconsciente personal, con la
subsiguiente sensación de frustración por la impotencia que me produce el
no poder responder al nivel ético al que aspiro. En realidad la disyuntiva
no consiste en que sea bueno o malo, ya que ambas opciones suponen un
reforzamiento egoico de una u otra índole, sino en que sea consciente o
inconsciente.
Nadie, manifestó la Maestra, somos culpables de habernos desgajado de
nuestra esencia consciente en las que el bien y el mal están integrados,
para pasar a vivirnos en la dualidad egoica instalándonos en la
bipolaridad. Haciéndome eco de su enseñanza práctica, corroboro por la
praxis, que para volver a vivirme en mi Ser real el único camino que
existe y tengo a mi alcance es la meditación, abriéndome desde la Atención
lúcida Consciente a sintonizar con la Consciencia-Vacuidad de modo que
pueda seguir viendo, cada vez en mayor profundidad, la realidad de la
existencia de la que formo parte tal cual es, permitiendo que su acción
purificadora prosiga disolviendo todas las capas egoicas aún pendientes de
liquidar en mí. Cada vez que me relaciono con los demás desde esa
conexión, desde el Aquí y Ahora o instante eterno, aunque sea de modo muy
intermitente, es como van actualizándose paulatinamente en mí los
potenciales y virtudes que residen en mi auténtica naturaleza de Ser
consciente.
Al final, como decía el Bodhisattva Jesús Javier Juanotena:
“todos estamos condenados a ser felices eternamente”.
Doy infinitas gracias a la Maestra, por la inmensa fortuna que tenemos
todos los que asistimos a meditar al Centro Karma Samten Ling, por su
sabia y fecunda enseñanza, por su diligente guía, por el caudal energético
transformador que las acompaña, y por el benéfico efecto expansivo de todo
ello.
Solicito, que con la mayor premura llegue el anhelado momento en que se
reconozca públicamente la manifestación del Buda Maitreya, que encarna en
sí al Ser de Luz cuya venida esperan todas las tradiciones místicas
religiosas, para que con su nueva enseñanza se creen las condiciones para
el definitivo salto evolutivo hacia el ser humano autotrascendido.
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