LA ILUSIÓN EGOICA
“Los caminos del Señor son
inescrutables” y “Dios escribe derecho con renglones torcidos” son dos
máximas de la religión católica en la que me educaron. De niño me las
repitieron reiteradamente en los colegios en los que me instruyeron, en
las iglesias a las que acudía a practicar, en la catequesis y, por si
fuera poco, un tío mío en su neurótico afán evangelizador. En aquel
entonces no comprendía el auténtico significado de estas frases tajantes.
No obstante, por el contexto en que eran utilizadas socialmente, me hice a
la idea de que eran unos aforismos utilizados para promover la resignación
ante las adversidades y contemplarlas, en última instancia, como
acontecimientos probatorios benéficos que al final tenían un premio, que
en la mayoría de las ocasiones consistía en la salvación eterna, para
quienes las sobrellevasen con conformidad y agradecimiento.
En la actualidad gracias al nuevo Dharma Universal impartido por la
Maestra que dirige el Centro Karma Samten Ling ubico aquellos enunciados
en su espacio y entiendo intelectualmente, más allá del mensaje recibido
en la infancia, la semejanza que realmente tienen con la acción de la
Consciencia. Habitualmente constato que el ego, por muy inteligente y
astuto que se crea, es incapaz de comprender mínimamente la actividad de
la Consciencia, porque es una realidad que le trasciende ampliamente, al
ser él mismo una inexistencia por muchos visos de realidad que adquiera.
Tengo el convencimiento, como afirma la Maestra, de que finalmente la
Consciencia disolverá a la inconsciencia como los rayos del Sol la niebla
y resurgirá en cada ser el Despertar más radiante. En este proceso todos
los infortunios son consecuencia del karma negativo generado que he de
vivirlos con aceptación pero no con resignación, y todos los eventos
positivos que debo agradecer son igualmente kármicos. El karma nada tiene
que ver con las pruebas, ni con el premio ni con el castigo, sino con la
ineludible consecuencia de nuestras acciones, y a través de él se
manifiesta, aunque en ocasiones me cueste verlo, la infinita compasión de
la Consciencia para que sea posible el Despertar.
En el devenir de los años he ido creando un personaje que utiliza mucho el
raciocinio, que intenta analizarlo todo y que trata de evaluar los
acontecimientos, todo ello, creyéndose bastante objetivo en sus
posteriores deducciones. Pero la realidad me ha ido mostrando la
importante dosis de subjetivismo que empaña la visión que tengo,
especialmente sobre mí mismo. En este sentido, hice mías las opiniones
paternas de mi persona y he cargado con el lastre de creerme débil,
escasamente inteligente y bastante inepto para afrontar muchas cuestiones
de la vida cotidiana, entre otras estimaciones suyas. Con buena parte de
todo este bagaje pendiente de disolver, entro periódicamente a evaluar mi
evolución espiritual y a intentar desentrañar la acción de la Consciencia
en mí. La conclusión a la que llego la mayoría de las ocasiones, tras
comparaciones con otras situaciones mías anteriores y con las que
atraviesan los demás, es más bien pesimista aunque yo la llame realista.
Si a esto se suma los momentos en los que asoma en mi vida la polaridad
negativa en aquellos aspectos pendientes de disolver y que peor
sobrellevo, el cuadro resultante puede llegar a resultarme bastante
deprimente.
Existe en mí la tendencia a cristalizar la idea que en un momento me he
hecho en torno a mi personaje, llegando, en el terreno espiritual, a
aseverar que en mucho tiempo no se ha operado en mí ningún cambio
sustancial. Al igual que he tenido que admitir que tengo fuerza, que poseo
una inteligencia dentro de la media y que me desenvuelvo con normalidad en
los distintos marcos de la vida diaria, he de reconocer, tal y como me
sitúan algunos compañeros en el Dharma, que no es cierto que me viva como
antes y que en mí se han dado importantes cambios positivos. Mientras
escribo estas líneas tengo la comprensión de que esta propensión mía es
una estrategia del ego para que desista, en el caso que me ocupa, de la
práctica meditativa, porque sabe que ante la acción de la Consciencia a
través de la Maestra tiene, como se dice coloquialmente, “los días
contados” es decir “fecha de caducidad” y ello le inquieta profundamente.
Cuando mi mente egoica se silencia a través de la meditación y la
Presencia accede a mí cálida y amorosamente, no hay espacio para las
disquisiciones egoicas y la Consciencia va purificándome.
Recientemente la Maestra me indicó que el ego no sabe nada sobre la acción
de la Consciencia y que muchas veces cuando peor cree uno que van las
cosas es cuando mejor están. A este respecto, nunca olvidaré que Edurne
Olloquiegui, cofundadora del Centro Karma Samten Ling, despertó
recientemente a su esencia natural pocos días antes de fallecer, cuando
más mermada estaba físicamente. Contó con los méritos necesarios para su
iluminación y la acción de la Consciencia hizo el resto a través de la
Maestra posibilitando que diese el salto a la otra orilla en los lindes
del Despertar, pasando, de este modo, a formar parte de la “avanzadilla”
del próximo Despertar colectivo de la humanidad en la nueva era del Buda Maitreya. No obstante, en otras ocasiones, las cosas van y están mal por
actitudes personales incorrectas a subsanar. De todos modos, en el juego
del Despertar, cada movimiento de la Consciencia es perfecto, aunque a
veces pueda parecer lo contrario, de tal manera que va acorralando al ego
hasta darle el “jaque-mate” final, liberando al ser presa de las artimañas
egoicas. Este juego no cuenta con el aliciente de saber quién va a ganar
la partida dado que la Consciencia siempre vence al ego. Eso sí, resulta
una maravilla contemplar la sabia acción de la Consciencia, que no admite
parangón con ninguna mente egoica.
En la actualidad me resulta evidente, parafraseando las citas católicas
que he mencionado al comienzo del escrito, que “los caminos de la
Consciencia son inescrutables para la mente egoica” y que “la Consciencia
escribe derecho con los renglones torcidos”. El ego no puede ni siquiera
atisbar los planes de la Consciencia, por lo que resultan vanos mis
intentos, de reforzamiento egoico en última instancia, que pretenden
obtener conclusiones sobre mi desarrollo espiritual.
Personalmente, solo me resta proseguir con confianza y cada vez con mayor
determinación las enseñanzas de la Maestra, situándome por medio de la
meditación en la Atención lúcida Consciente para que la acción
purificadora de la Consciencia obre en mí, y entregándome,
simultáneamente, cada vez más en el servicio desinteresado a los demás.
Este trabajo en la actualidad está resultando más sencillo para todo el
mundo del entorno en el que vivo dado que hay atisbos evidentes de
Despertar colectivo.
Por todo ello, me surge un gran agradecimiento que quiero ofrecer a todos
los seres mediante el mantra del Buda de la Compasión: ¡Om Mani Padme Hung!
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