EL
CAMINO ESPIRITUAL
Este título podría sonar a
reivindicación, a exclusivismo, “el camino espiritual”, como si solo
hubiera uno… Pues así es, sólo hay un camino, y es el camino interior, el
que nos lleva a nuestra esencia, a nuestro ser verdadero, a ese centro
genuino, no contaminado por convenciones sociales, por roles, ni máscaras
que hemos construido para “adaptarnos” al mundo que nos ha tocado vivir.
Ese camino interior para el que podemos seguir diferentes rutas, cada cual
la suya, la que le vaya en ese momento. Están las rutas religiosas y
movimientos alternativos, entre los más populares. Cuál elegir entre tan
extensa gama, aquel que nos lleve a vivir experiencialmente nuestra
esencia, aquel que va transformando nuestro quehacer cotidiano de hábito a
acto consciente.
Para emprender el camino hace falta voluntad y compromiso, si no, puede
convertirse en un simple paseito o en una caminata que nos deja exhaustos y
sin ganas de volver a intentarlo.
El compromiso es imprescindible, pues en el camino encontraremos
obstáculos. Unos externos generados por personas cercanas, amigos, colegas
o familia, que cuando empiezan a notar en nosotros cambios se resisten,
quieren que sigamos siendo “el de siempre”, pues para ellos es más cómodo
así, ya tenían un modelo de relación contigo y estaban “bien así”. Y
obstáculos internos, la sensación de control que nos produce saber que “si
hago esto sucederá aquello”, sin importar qué es esto o qué es aquello,
los automatismos nos hacen sentir seguros, aunque en realidad son tan
seguros como una cárcel, pues somos sus presos. Pero además están las
viejas heridas, todos esos momentos dolorosos (en realidad de sufrimiento)
que hemos enterrado en nuestro interior, creyendo que, como el niño
pequeño, como no los vemos no existen, pero ahí están.
Sin un sincero compromiso de llegar al fondo, la menor incomodidad nos
llevará a dejar la senda que con tanto entusiasmo iniciamos, diciendo
“esto no me va bien”, “esto no es para mí” y si hay una prueba de que algo
“va” es esa, o acaso después de haber estado con un brazo o una pierna
escayolada, cuando te liberas del yeso y empiezas a recuperar la
movilidad, la esencia de una articulación, no has sentido dolor. Es así,
en la naturaleza biológica y en la espiritual, lo que ha estado
inmovilizado, bloqueado, se anquilosa y activarlo duele. Pero no olvidemos
que como nos decían de niños “lo que escuece cura”.
Los primeros pasos han de ir acompañados de voluntad, para neutralizar a
todas aquellas excusas que el ego nos brinda con tanta facilidad para
apartarnos de la práctica de caminar. A medida que vamos avanzando la
voluntad se trasforma en fluir, por mucho que nos empeñemos en ir hacia un
lado si el camino va hacia otro, no lograremos sino perdernos, derrochar
energía. Fluir es la voluntad consciente.
Puede sorprender que estemos hablando de camino espiritual y no se haya
mencionado la fe. No es necesaria, pues a medida que se va comprendiendo
con el corazón, desde el ser profundo y no desde el intelecto, surge la
confianza genuina, la entrega y el amor incondicional y eso son
manifestaciones de la Consciencia, experiencia-vivencia espiritual, y la
fe ya no es necesaria porque el corazón reconoce la evidencia de su
existencia.
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