De la
crisis de la inconsciencia al florecimiento de la Consciencia
Voy a comenzar esta
reflexión sobre la nueva espiritualidad hablando sobre lo que la circunda,
pero que solo es algo oscuro e inconsciente en lo que brillará la nueva
era consciente.
En las sociedades que disponemos de un gran desarrollo tecnológico la
situación de crisis es generalizada. Hace un tiempo considerable que lo
religioso, lo que pretendía dar al ser humano el gran sentido de su
existencia, se convirtió en un conjunto de creencias y prácticas de
rituales vacíos de contenido, que han llevado a la mayoría de “fieles” a
un importante distanciamiento.
Por otro lado desde una perspectiva político-económico-financiera, nos
encontramos con una casta de profesionales, que preocupados especialmente
con el logro de privilegios, han ido gestionando de manera ineficiente y
abusiva el entramado social, evidenciado por las adversas condiciones
económicas y el grave desconcierto en el cual nos encontramos sumidos a
día de hoy.
A pesar del término “mundo globalizado” tan manido durante estos últimos
años, que nos podría dar una visión unitaria de cómo responder a los
grandes problemas de algunos sectores de la familia humana, como la
extrema pobreza, hambre, enfermedades… La globalización solo reconoce una
faceta de la interdependencia, simplemente no pretende más que considerar
a los otros (identidades estatales) como potenciales clientes o
proveedores. Este juego se realiza dominado por los “Países
Desarrollados”, que no son más que, cotos para proteger los privilegios
de sus ciudadanos de otros sectores más desfavorecidos del planeta y que
su principal objetivo es maximizar esos indicadores económicos, como el
Crecimiento Económico, Renta Per Cápita...
Como consecuencia de este tipo de desarrollo económico sin límites, que
resulta ser insostenible para los recursos limitados que detenta nuestra
madre tierra, nos encontramos que estamos poniendo en peligro la
seguridad de nuestro macrohogar. Que a pesar de las advertencias que el
mundo de la ciencia hace sobre las desfavorables consecuencias que se van
a producir si persistimos con este modelo de desarrollo, la carrera está
lanzada y al margen de algunos encuentros internacionales que con poco
éxito intentan reducir los aspectos más agresivos del impacto de este
estilo de desarrollo, nos encontramos negando esta realidad o con una
profunda sensación de indefensión.
En estas coordenadas el futuro se contempla como muy poco esperanzador,
especialmente para la juventud, pero lejos de caer en una posición de
victimismo, ya que tenemos que vivir esta situación de crisis general,
la podemos considerar como un reto, una oportunidad para hacer los
cambios que necesitamos para una profunda transformación.
Pero para que nos embarquemos en la aventura de propiciar ese cambio,
necesitamos tener claro cuáles son las razones que han generado la crisis,
ya que las respuestas que se están dando en la actualidad no pretenden más
que paliar sus síntomas más disfuncionales, sin ir a la raíz del
problema.
Mirando hacia atrás en la historia de la humanidad podemos contemplar cómo
de manera sistemática la convivencia entre personas se veía alterada por
la irrupción de guerras, crueles formas de resolución de conflictos entre
países colindantes o colonizaciones de partes del planeta guiadas por la
codicia, en las que se llegaban a cometer enormes atrocidades. Ante
tales muestras de violencia, se ha interpretado que tanto sufrimiento
infringido de unas personas a otras era el efecto de la condición humana.
Pero a pesar de esta visión pesimista acerca de la naturaleza humana, han
pasado por este planeta un reducido número de personas que a través de su
vida han manifestado de manera experiencial que en su ser habitaba una
dimensión más profunda, de la cual emanaba junto con una inteligencia
superior, un amor imparcial hacia todos los seres y que dentro de cada
ser humano existía la semilla de ese gran potencial. Estos seres que
llegaron a trascender la miopía con la que estamos sumidos la casi
totalidad de la humanidad, no aparecen en los libros de historia, pero
son los precursores del cambio evolutivo que necesita la familia humana
para sobrevivir.
Es hora de tomar conciencia que el cambio que necesitamos no es una
utopía, una declaración de buenos principios, tenemos que asumir la
responsabilidad de que la transformación a la que queremos llegar se tiene
que dar en nuestro interior. Fue clarificador el fracaso de las utopías
socialistas que se llevaron a cabo durante el siglo pasado, aquellas
experiencias diseñadas para facilitar una magnífica convivencia entre
seres humanos resultaron ser un estrepitoso fracaso. No solo en el
aspecto de desarrollo económico, sino que también en lo relativo a los
derechos humanos.
A través de mi práctica espiritual, que tiene el privilegio de estar
guiada por una Maestra que con un gran nivel de realización, vive desde
una entrega exclusivamente comprometida con que los seres humanos podamos
despertar de la pesadilla colectiva en la que nos encontramos sumidos, he
podido llegar a la comprensión de cuál es el cambio que necesita el género
humano, para dejar de crear sufrimiento innecesario y poder vivir de
acorde con sus enormes potenciales. Para ello tiene que liberarse de la
identificación con esa realidad que se le denomina ego, que le da un
sentido de falsa identidad, que le desconecta de su Esencia y de la unidad
de la que somos parte. Guía su vida y que a pesar de las buenas
declaraciones de intención, se vive en conflicto permanente, en la
constante proyección de intentar ser más que los demás, percibiendo a sus
semejantes como medios u obstáculos para la consecución de sus fines.
Este elemento disfuncional que es la estructura egoica individual también
es la base en la que se sustentan los grupos sociales, como razas,
religiones, países,… La gran dimensión que tienen estos egos colectivos
les proporciona un gran poder destructivo, como lo demuestra la repetida
historia de la humanidad.
En estos tiempos de aparente confusión, en los que el género humano se
encuentra cansado de su deambular histórico, persiguiendo el espejismo de
encontrar en lo material su realización, quiero expresar mi experiencia y
vivencia personal, a través del contacto con la visión de la Maestra,
junto a hechos como el Despertar de nuestra querida Edurne, unido al
poderoso descenso energético que experimento y que personas cercanas a mí
lo corroboran. Todo ello se une a mi intuición para decirme que nos
encontramos ante un momento clave en la historia de la humanidad.
Tenemos la evidencia de que han existido y existen, ahora en mayor
cantidad que nunca seres que nos han mostrado y muestran el camino a esa
“Tierra Prometida” que nos libere, para siempre de las pesadas argollas de
la esclavitud del ego, para que, por fin las personas dejemos de sufrir y
podamos disfrutar de una convivencia armoniosa, basada en una profunda
transformación espiritual.
Nos encontramos ante el emerger de una dimensión que subyace en el
interior de cada ser humano y ahora se están dando las condiciones para
que por fin en este planeta, se dé un salto evolutivo, que supone que esos
Despertares individuales, que se han manifestado a lo largo de la
historia, van a dar paso a experiencias en grupo, lo que se ha
profetizado desde muchas tendencias espirituales y religiosas como “La
llegada de Maitreya”. La única experiencia transformadora que nos va a
ayudar a salir de esta crisis generalizada va a ser un Despertar
colectivo, que nos guíe a una nueva tierra, La Nueva Jerusalén. Un
planeta gobernado por Seres Conscientes.
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