La felicidad
Palabra grande y compleja donde las
haya, pero voy a intentar expresar en este escrito algunas de sus facetas,
cómo éstas se expresan en mi vida meditativa, cómo ésta ha ido
evolucionando.
Durante mucho tiempo esta palabra estaba envuelta en sentimientos y
sensaciones contradictorias. Por un lado era algo casi vergonzoso,
recuerdo mi época de estudiante, todos vestidos de negro, cuellos altos
negros, caras tristes, queríamos cambiar el mundo autocomplaciente que nos
rodeaba, reír, estar contento era sinónimo de poco fuste mental, de poca
conciencia en el pesado peso de la vida que nos llegaba de nuestras
lecturas existencialistas. No estaba la condición humana para bromas, ni
para sonreír. Había que estar triste, melancólico. Recuerdo un libro que
leí en aquella época, que era un icono de esta visión “Buenos días
tristeza “o “La náusea”…
Por otro lado, la felicidad era para mí algo inalcanzable por los
condicionamientos de mi infancia bastante desdichada, las inseguridades
consiguientes, los temores… Más tarde, a lo largo de mi vida profesional,
en el entorno en que ésta se desarrolló, un entorno de personas
instruidas, intelectuales, leídas, mostrarse feliz, era en general poco
aceptable. Recuerdo un compañero de mi departamento que expresó que para
él la felicidad era una “horterada“, nadie medianamente inteligente podía
expresar felicidad ya que todo el bagaje cultural nos remitía a lo
contrario; el hombre contra el hombre, envidias, egoísmos, dolor que unos
infringen a otros, injusticia, lucha. La historia de la humanidad así lo
evidenciaba y esperar otras actitudes era propio de ilusos, o de mentes
poco capaces o evolucionadas. Mi compañero no era el único en expresarse
así.
El pensamiento filosófico durante siglos ha reflejado la dificultad de
materializar este anhelo humano hacia la dicha y la plenitud. Mathieu
Ricard cita muchos testimonios que evidencian esta dificultad. Menciono
algunos ejemplos que me parecen clarificadores.
El poeta hindú Tagore comenta: “Interpretamos mal el mundo y decimos que
nos engaña". Ricard explica esto desde un prisma budista: “Tomamos como
permanente lo que es efímero y por felicidad lo que no es sino fuente de
sufrimiento: el ansia de riqueza, de poder, de fama, de placeres
obsesivos”.
En otro momento añade una cita de Rousseau que explica la desorientación
humana ante este gran anhelo: “Todo hombre quiere ser feliz, pero para
llegar a serlo habría que empezar a saber, qué es la felicidad”.
Mi vivencia sobre el gran tema del que trato ha sido una trayectoria de
búsqueda de respuesta a esta gran pregunta. ¿Qué es, cómo se logra la
felicidad? Al principio estuvo basada en la obtención de logros, cumplir
una serie de requisitos para que de ellos, inevitablemente derivara este
estado tan ansiado. Tener una formación intelectual, un equilibrio
afectivo, estabilidad económica y profesional, experimentar vivencias
placenteras y/o interesantes, novedosas… pero, pronto aprendí que eso a lo
que llamábamos felicidad era una felicidad de “pacotilla”, una máscara de
ésta. Recuerdo una frase de un autor que leí mucho en mi juventud, M. Proust: “No es frecuente que una satisfacción se pose precisamente sobre el
deseo que la había reclamado”. Experimenté la frustración, el deseo y
apego, la ansiedad, la tristeza. Estados emocionales cargados de
sufrimiento, teniéndolo “todo”, era profundamente infeliz.
Así el dolor me llevó, como a tantos, a profundizar más respecto a estas
demandas simples de dicha. La búsqueda de algo más genuino, unido a
experiencias fugaces de conexión con algo más profundo, más dichoso, más
bello, me llevó a la vía espiritual, en ella encontré alivio parcial a mi
sufrimiento, cierto estado de equilibrio personal, atisbos de alegría, no
obstante había mucho peso oscuro en mí. En esta búsqueda probé caminos y
técnicas para intentar consolidar los logros positivos, sintiendo que iba
aligerando el peso existencial, mas el sufrimiento estaba ahí. En esta vía
llegué hace unos años donde estoy ahora, a este maravilloso Mandala, con
una Maestra que guía nuestros pasos, los míos y los de otros/as en este
camino hacia el Despertar total en la Esencia Consciente.
Al principio, mi idea de la felicidad estaba centrada en la búsqueda
espiritual, era una idea que había configurado con mis lecturas y
experiencias, un concepto mental, que como toda idea, era parcial, hecha
con la mente del ego, con alguna leve experiencia de lo profundo en la
Mente Consciente. Era una visión de la felicidad sublime, como algo
elevado, frente a lo material y burdo, fruto de, por un lado, mis
lecturas, por otro del trasfondo platónico de la formación recibida.
Recuerdo los versos de Juan Ramón Jiménez que me gustaban mucho, éstos
resumen en alguna medida lo que expreso.
“¡Esta es mi vida, la de arriba,
la de la pura brisa,
la del pájaro último,
la de las cimas de oro de lo oscuro!
¡Esta es mi libertad, oler la rosa,
cortar el agua fría con mi mano loca,
desnudar la arboleda,
cogerle al sol su luz eterna!”
A lo largo de estos años de meditación he ido viendo lo parcial de esta
visión, lo he sentido como experiencia, cómo lo material y lo que llamamos
“espiritual”, “elevado” no están reñidos, cómo de hecho, el desarrollo de
una atención meditativa en la quietud de la práctica sentada se expande e
impregna la vida cotidiana, la vida profesional. Lo he podido constatar en
mi experiencia en los últimos años de ésta. Me sentía fluir entre los
problemas, dificultades de un entorno, muchas veces muy complejo, con
alegría, con paz, con lucidez, con inspiración, con amor… Era la tónica de
los días y de los últimos años de mi vida profesional, no de forma
constante pero sí muy recurrente, también en mi vida personal se expresaba
esta facilidad feliz nueva que da la conexión con nuestra Naturaleza
Profunda Consciente. He sabido que no era un logro del ego pequeño que
busca siempre trofeos, ya que la inconsciencia acumulada, no liberada
todavía, como nubes espesas cubría muy a menudo ese sol radiante de la
Presencia Consciente.
Ahora mi vivencia de la felicidad se presenta muchas veces como felicidad
parcial que goza de los efectos positivos de la energía Consciente; una
vida hermosa, con sensación de plenitud, con muchos momentos de alegría,
de paz, de armonía, con el viento en bonanza soplando en primavera,
disfrutando ante tantas cosas positivas que me ofrece ahora la vida:
tranquilidad después del esfuerzo de una larga y no siempre fácil vida
profesional. Estos logros no son la meta de mi vida, ni lo es “la vida de
arriba” de Juan Ramón Jiménez. Aspiro, anhelo esa otra vida más profunda,
una vida total y plena que a veces atisbo en momentos de gracia en la
meditación sentada y en la vida activa. La guía que la Maestra espiritual
alerta de las posibles trampas del camino, algunas burdas, otras más y más
sutiles. El camino es un ir “construyendo y destruyendo”; por un lado
viendo lo que no somos, nuestro falso yo, con su visión constreñida
limitante del mundo, por otra dejando que nuestro Ser Real se exprese en
toda su plenitud. Esta segunda es la Felicidad con mayúsculas. Mi Ser Real
es quien me conecta con mi esencia que es gozo espontáneo, sabiduría,
amor incondicional hacia todos los seres. Esta es la Realidad última que
también la vivo en este paso temporal de conexión con mi Identidad
profunda Consciente.
“Hacer sin expectativas egoicas”… “La meta es el camino”… Nos dice nuestra
Maestra. A lo largo de estos años he tenido experiencia de esto, de fluir
en la magia, el milagro, con la energía. Así todo lo que acometía era
expresión perfecta de algo mucho más grande y profundo, trascendía mi
egocentrismo personal. Estas vivencias las he experimentado a través de la
conexión con la energía Consciente de un ser que se ha liberado totalmente
de la inconsciencia egoica y que para mi gran fortuna y la de otros que
están cerca de mí, nos acompaña y guía en este camino-meta del Despertar
a nuestra verdadera naturaleza de Seres libres Conscientes.
Muchas veces me viene a la mente la imagen de una deidad antigua que
expresaba la felicidad. Era una hermosa mujer con una sonrisa serena que
portaba un gran jarro con el elixir de la dicha que vertía sobre quien
quería beber. Yo me siento así, a veces, tengo sed de plenitud, pero mi
recipiente no está vacío todavía, hay aspectos que no he depurado y el
néctar que generosamente vierten sobre mí, no encuentra todo el lugar que
necesita para aposentarse, para mantenerme en la visión Consciente la
disfruto pero se desvanece, muchas veces.
Veo los tinglados mentales del ego, sus apegos, sus miedos y recuerdo la
risa de la Maestra, una risa grande, fresca que dinamita los montajes
ilusorios que hemos ido creando y estos son como humo que se desvanece,
como ilusión óptica, sufrimiento vano. Su risa suena como eco que
desvanece fácil, grácilmente mis límites convirtiéndolos en pequeñas
lindes que no asustan ya a nadie. Finalmente, yo también puedo reírme de
ellos. Me actualizo a través de la conciencia en la respiración. El cuerpo
vive la Presencia Consciente en las percepciones de los sentidos, los ojos
ven la bella luz de la mañana que penetra a través de la pequeña ventana
de madera en la estancia en calma, viene e ilumina el escenario de las
cosas cotidianas llenándolas de belleza y misterio; el dorado del buda es
oro resplandeciente que camina sobre las líneas geométricas del trazado
armonioso del vestido, el pelo negro lleno de bucles hasta el moño, la
sonrisa suave en una mirada, más allá de lo evidente, quietud, serenidad,
armonía hecha movimiento en el humo del incienso, que tras unos instantes
de gloria voluptuosa se desvanece en un camino de volutas caprichosas
hacia la nada, danza, brilla, perfuma, aletea un poco y se diluye. Fuera
las ramas del tomillo y romero expanden sus brazos repletos de flores,
diminutas lilas. Suena la música en el cuerpo, en las células, en el aire,
en el silencio. ¡Cuánta belleza, paz, invade, reina en este pequeño mundo
que se evidencia Aquí y Ahora! La llama de un cirio serpentea en el
altarcito para simbolizar cómo esto que ocurre aquí, deseo que sea para
todos los seres. Que la confianza, el abandono a la acción espontánea de la Consciencia siga como hasta aquí guiando este caminar hacia el
Despertar, la verdadera felicidad a la que aspiro, la Felicidad con Mayúsculas, el
vivirnos en nuestro Ser Real, Consciencia Pura.
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