Antes
durante y después
la respiración
Curso retiro de navidad.
Horas de atención a la respiración y de observación de la incansable mente
pensante y sus devaneos caóticos y sin sentido.
Cinco de la tarde. Enseñanza sobre la Vacuidad.
Mientras escucho percibo cómo las palabras me afectan y lejos de aparcarse
en el intelecto, es el cuerpo todo el que las asume, las experimenta sobre
la marcha.
El pensamiento discursivo va renqueando hasta volverse apenas perceptible.
Son momentos de intensa paz y claridad acompasados con el desgranar
pausado y pleno de fuerza de las palabras y las frases, de la enseñanza de
la Maestra de meditación.
Sin esfuerzo por mi parte, paso a paso voy ingresando en un espacio
diferente al que habito habitualmente. Es vibrante y extraordinariamente
vivo.
Aún con los ojos cerrados me percato de una luminosidad creciente e
irradiante que transita del interior al exterior de mi cuerpo.
Al abrir los ojos, la realidad de los objetos comunes es también más
intensa y vívida.
Esta experiencia camina a la par de la enseñanza escuchada y la refrenda
de tal modo que no hay espacio al menor atisbo de duda: lo pronunciado se
ajusta a la verdad de las cosas como son.
Me doy cuenta de que la auténtica comprensión es una experiencia-vivencia
en la que el cuerpo participa unitariamente. Es cálida intensa y amorosa.
Nada que ver con la intelectualidad fría y desgajada de todo.
La enseñanza va llegando a su fin.
El estado de paz perdura varios minutos hasta que poco a poco va
diluyéndose.
Y como liebre a la que persigue un galgo la mente pensante asoma a la
carrera, como si tuviera que recuperar el tiempo perdido en el que ha
estado fuera de juego, noqueada.
La respiración que había discurrido plácidamente acompasada con el cuerpo
se agita de nuevo.
Así, la mente pequeña que con frecuencia reclama la paz resulta que se le
atraganta y necesita meterse marcha. Desea jolgorios, líos y comecocos
reales o imaginarios recreándose en escenarios inventados a los que
reaccionar, dramas con los que llorar o injusticias ante las que reclamar.
Lo que sea menos parar.
Y a la vista de todo ello, solo queda agarrarse con firmeza a la
respiración, armarse de paciencia con el propio ego, agradecer a la
Maestra haber disfrutado de tan hermosa experiencia y tenerla de
referencia para los momentos de oscuridad.
Y de nuevo a la siguiente respiración hasta que `por la gracia de la
Consciencia la paz se instale y estabilice definitivamente. Deseo que
extiendo a todos los seres.
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