Desapego

 

Lentamente se separó el velo de su mente egoica,
cuando el ser saltó de su ruta conceptual,
despreocupándose de formas e ideas
para descifrar los secretos
que hallaba en su paso por este mundo,
ya que la vida trascendente
no era accesible
a su pertinaz egoica mente.

 

Optó por la práctica meditativa,
más allá de la vía imaginativa,
desde una mente abierta a los flaxes de luz
de la vastedad del Espíritu.

 

Su mente profunda despertaba
a una energía de vida
llena de belleza.
Sentía, que sin apegarse a nada,
libre de todo,
de todas las cosas
DISFRUTARÍA a sus anchas.

 

En los escenarios cambiantes
de su vida cotidiana,
una nueva vida surgía,
desde que se regía,
con el claro matiz del desapego,
en las pequeñas y grandes actividades
de su vida diaria de relaciones.
 

Percibía los silbidos silenciosos
de los sutiles vientos amorosos
del corazón espiritual,
cambiando también su visión
acerca de los bienes terrenales,
que ya no los recibía
como objetos despreciables,
ni como fuentes de dolor
rechazables en sí mismos.

 

Vivió que en el desapego,
siendo libre del egoismo,
podría en todo hallar fruición
y no quedar atrapado en ninguna tensión,
permaneciendo en espontánea distensión.
 

El talante de su vida cambió,
no porque la conducta de su vida
se fundamentara en la abundancia material,
sino por una nueva vivencia en la vacuidad de las cosas temporales,
vividas desde la apertura a la Presencia Atemporal en el Aquí-Ahora,
que elimina, por su propio poder, el zarcillo del deseo-apego.