PACIFICACIÓN
MENTAL Y MEDITACIÓN DE LA VISIÓN PROFUNDA
La
meditación es
una práctica sumamente profunda, en la que se ahonda más
y más en la medida que uno progresa. Mi consejo a todos es
empezar de una manera sencilla, tan sencilla como sea posible. Honestamente,
sin embargo, debo deciros que me siento limitado para emprender
la tarea de comunicar la verdadera experiencia, incluso la forma
más elemental de meditación debido a los límites
del lenguaje. La terminología de cualquier lengua, dado que
es una invención humana, está basada exclusivamente
en la experiencia común, y así ocurre con el lenguaje
filosófico, que está confinado dentro de los límites
de la experiencia interior compartida, sin ningún punto de
referencia exterior con el que estar de acuerdo. El lenguaje, intrínsecamente,
es incapaz de trascender la experiencia personal, y esto es la raíz
del dilema al que nos enfrentamos.
Si, por ejemplo, tú tocas
una taza de té caliente la sensación de calor se percibe
y, de la misma manera, sentirás una sensación de frío
si tocas un cubo de hielo. Así, los términos caliente
y frío tienen un significado bastante preciso sobre el que
todo el mundo puede estar de acuerdo, ya que todos hemos experimentado
estas sensaciones a través del contacto físico en
algún momento. Pero ¿cómo vamos a verificar
nuestra mutua aceptación de términos usados para comunicar
incontables experiencias, tales como ciertos estados de conciencia
que emergen durante la meditación?
Aunque es verdad que, durante los siglos precedentes, una jerga
filosófica ha surgido en Tibet en base a determinados términos
del Dharma, inventados por meditadores, la comprensión de
los significados reales de estos términos requiere un substancial
cúmulo de información y estar, en algún modo,
familiarizado con estas experiencias. Se dice, por ejemplo, que
en la práctica del Mahamudra, surge la experiencia de Rojik
(la cual se traduce aproximadamente como un gusto).
Mahamudra quiere decir literalmente La Meditación del
Gran Sello, en el sentido de que es como un sello lacrando
un documento con cera fundida; esto no es cambiante; esto significa
que después las cosas son percibidas equilibradamente.
Este es uno de los muchos niveles de realización que puede
conseguirse a través de la práctica de Mahamudra.
Es difícil precisar a qué se refiere el término
Rojik. La palabra gusto es sólo una analogía
para una clase de experiencia mental. No se trata del gusto experimentado
por la lengua. Una persona que haya experimentado la consciencia
de un gusto puede comunicarse con alguien más que haya tenido
la misma experiencia por medio del uso de esta palabra, pero el
término será abstracto e incomprensible para aquellos
otros que todavía no lo hayan experimentado.
Como nos indica este ejemplo, la terminología del Dharma
puede funcionar como un de comunicación casi perfecto entre
dos seres que comparten la misma profundidad en la realización
de la meditación, pero usándolo de una manera general
tiende a ser vago y obtuso, y solo capaz de proporcionar un bosquejo
aproximado del significado perseguido.
Sin embargo, a pesar de estos puntos de vista sobre la naturaleza
del lenguaje, intentaré compartir mis ideas acerca de la
meditación.
Como ya he dicho anteriormente, la meditación más
profunda empieza con una meditación sencilla. La que proporciona
la calma duradera (T:Shinnay, S: Shamatha) consiste en una técnica
muy efectiva, que es vigorizante y nada complicada. Existen muchos
métodos diferentes, y todos tienen el mismo propósito
subyacente: capacitar a la mente a permanecer en paz y sin interrupción
en un estado estable con una concentración enfocada en un
punto, durante un prologado periodo de tiempo. Uno empieza por aprender
a sentarse durante periodos de diez, veinte o treinta minutos, extendiendo
gradualmente la duración de las sesiones de meditación.
La capacidad de permanecer en un estado de completa absorción
se considera extremadamente avanzada, pero incluso durante los primeros
estadios de la meditación uno puede aprender a sentarse tranquilamente
y ser consciente de su mente, observando el flujo de los pensamientos
que aparecen y se van, que son como el rápido movimiento
de las nubes en el claro cielo.
Al principio, la mente del meditador es como un caballo salvaje,
y por medio de comprometerse en la práctica consistente de
la meditación, de la pacificación mental, ésta
se podrá domesticar gradualmente. Finalmente, la mente se
convertirá en algo claro y completamente libre de agitación.
La actividad de la mente, que al principio es una cascada de agua,
más tarde se convierte en el suave fluir de las corrientes
de un río ancho para transformarse, finalmente, en las tranquilas
aguas de un claro lago de montaña.
Para sentar las bases del desarrollo de la capacidad de concentración,
que es el corazón de la meditación de la calma duradera,
nosotros deberemos empezar explorando la naturaleza de la distracción
para determinar en qué consiste y cómo aparece. Existen
dos principales categorías de la distracción: interior
y exterior.
La distracción exterior se refiere a las molestias del entorno
físico, tales como sonidos que perturban la concentración.
A veces, la distracción puede ocurrir sin uno darse cuenta.
Es fácil distraerse siguiendo toda clase de pensamientos,
siendo envuelto de esta manera en experiencias externas sin ser
conscientes de lo que está ocurriendo. Al principio, es difícil
mantener la atención sin perderse, pero, lentamente, en progresivos
estadios, esas influencias externas que nos distraen son superadas.
A veces, para realizar la disciplina en la meditación, meditadores
experimentados utilizan técnicas adicionales como la de mantener
en equilibrio un vaso lleno de agua sobre sus cabezas. La distracción
puede tomar muchas formas, algunas aparentemente positivas y otras
aparentemente negativas. Las distracciones negativas incluyen todo
tipo de estados emocionales agitados, tales como el enfado, los
celos y el miedo. Así, es posible que las intensas emociones
parezcan ser magnificadas por la práctica de la meditación,
convirtiéndose en sentimientos más abrumadores. Esto
sucede debido al hecho de que en la vida ordinaria la mente está
normalmente saltando de aquí a allí, con un movimiento
a la deriva, agitado, charlando sin cesar, preocupada con una actividad
mental incesante, por lo que los estados emocionales tienden a no
notarse de una manera profunda. Sin embargo, en el espacio vacío
de la mente, tranquilamente absorbida, la fuerza obsesiva de los
patrones emocionales, se transforma en algo claramente obvio.
Las distracciones interiores que implican sentimientos positivos
son más sutiles y engañosas. Suceden como maravillosos
y agradables marcos de la mente que resultan de exitosos logros
en la práctica de la meditación de la calma duradera,
y se caracterizan por tremendos sentimientos de satisfacción,
comodidad y un sentimiento de felicidad y bienestar. La dificultad
reside en que es bastante probable que el meditador se apegue a
estos estados de la mente y se esfuerce en provocar que se repitan
en un intento de mantener un sentimiento duradero de abandono dichoso.
De esta manera, el apego se transforma en un obstáculo que
impide un avance en posteriores estadios de consciencia.
En la ausencia de distracciones, tanto interiores como exteriores,
emergerá un sentimiento de bienestar, claridad y de apreciación
intuitiva de la vacuidad. Sin embargo, en este momento, con nuestra
forma de pensar ordinaria, nos detenemos y miramos a una taza de
té que está sobre la mesa, enfrente de nosotros, no
sentiremos estas cualidades positivas de la mente emergiendo. Incluso
si fuéramos capaces de mantener un estado de atenta conciencia
mientras enfocamos la atención sobre un objeto, sería
como sujetar a un pony salvaje al otro extremo de un lazo.
Pero, en la medida que uno progresa en la meditación, la
mente se domestica más y más y, finalmente, el objeto
de la atención se cambia al yo; resultando en una experiencia
de bienestar expansivo, claridad y un vasto sentimiento de vacuidad
que lo impregna todo, que se caracteriza por la ausencia de los
habituales conceptos ordinarios, tales como los de concebir los
fenómenos (percepciones sensoriales) tan substancialmente
reales y que parecen emerger desde una naturaleza propia inherente.
En este estadio, un maestro o guía, es indispensable. Es
difícil que uno por su cuenta pueda reconocer e interpretar
correctamente lo que está ocurriendo, ya que uno está
inmerso en la experiencia y no puede discernir si la experiencia
es genuina o se fabrica intencionadamente por sutiles inclinaciones
mentales que surgen de expectativas preconcebidas. No siendo capaz
de percibir los sutiles trabajos de la mente, uno asumiría
naturalmente, por cuenta propia, que la experiencia no es inventada.
Sólo alguien que esté familiarizado con los diferentes
estadios de la práctica meditativa será capaz de ver
claramente lo que está ocurriendo en realidad. A la hora
de elegir un maestro, se deberá considerar que él
o ella tenga talento, sea maduro y paciente y capaz de ser directo
y hábil sin ser tosco o que desanime al estudiante aspirante.
Yo no puedo sobre-enfatizar la importancia de encontrar un maestro.
Por lo tanto, como hemos visto, la aparición de un auténtico
sentimiento de bienestar, vacuidad y claridad es una indicación
de haber realizado con éxito la meditación de la calma
duradera. Esto, a su vez, dará pie, naturalmente, a una creciente
capacidad de estar con agudeza en estas experiencias. Por ejemplo,
si una experiencia de bienestar surge, y se desarrolla un foco de
atención exclusivo en esa experiencia, finalmente se transformará
en algo estable y duradero. Sin embargo, la naturaleza dualista
del pensamiento humano inhibe la actualización de un sentido
imparcial y puro de bienestar, porque la mente tiende a crear esta
clase de sentimiento, para contrarrestar los pensamientos incómodos
y molestos, y, por lo tanto, el sentimiento de alegría experimentado
podría ser simplemente una invención artificial, basada
en una expectativa, en vez de una percepción válida
obtenida de manera natural.
Esto también es verdad para la experiencia de claridad, que
puede fácilmente ser distorsionada. Antes de que profundicemos,
definamos primero el término claridad. La claridad de la
mente no es más que la consciencia de la consciencia misma.
A veces, se habla de ella como de la presencia de una luz clara,
que se refiere a su cualidad de intensidad, conciencia lúcida;
tiene la capacidad de iluminar con el sentido de hacer conocido
lo desconocido. Literalmente, no emite luz como lo hace una farola.
Es simplemente, una forma de hablar.
En la vida diaria no somos conscientes de la naturaleza esencial
de la mente. La clara luz subyacente de la naturaleza de la mente
es normalmente obscurecida por el mar de pensamientos que surgen,
debidos a la estimulación de los aspectos físicos
y mentales de la conciencia sensorial, como un resultado de la presencia
de condiciones secundarias que las sustentan, tales como, la interacción
entre las apariencias de los fenómenos exteriores y las facultades
de los sentidos, así como los procesos cognitivos que transmiten
la experiencia sensorial dentro de las percepciones sensitivas mentales.
Este estado preocupado de la mente es realmente una clase de estupor
o somnolencia y está basado en la ignorancia cegadora de
los estados mentales densos en los que la autoconsciencia está
ausente. Son unas series de acciones cognitivas continuas que están
ocurriendo automáticamente, y, reacciones que suceden sin
contar con el autoreflexivo, autoconsciente aspecto de la conciencia.
En breve, la capacidad reflexiva de la mente es la base de la verdadera
inteligencia, y toda la actividad mental superflua que continúa
sin estar conectada con la autoconsciencia de la mente consciente
que lo envuelve todo, es simplemente actividad mental ciega, una
clase de ruido que sirve para distraer la mente de su verdadera
naturaleza. Una vez que el proceso de pensamiento ha sido pacificado,
el resultado es una inmensa claridad. Como he mencionado antes,
si el apego del sentimiento de claridad aparece, crea un estado
artificial de la mente, que quita mérito a la experiencia
real de claridad y uno se queda de nuevo con un estado ordinario
de la mente samsárica. Lo que es verdad para el bienestar
y la claridad también es aplicable a la vacuidad. La naturaleza
de la mente como vacuidad no es normalmente experimentada debido
a la ignorancia. Cuando la mente se percibe como sólida,
intrínsecamente real, tensiones y neurosis son inevitables,
y, consecuentemente, son vividas equivocadamente como si existieran
verdaderamente. Una vez que los pensamientos conceptuales son pacificados,
el terreno es despejado para que una auténtica realización
de la vacuidad ocurra. Sin embargo, como sucedía con la alegría
y la claridad, es un imperativo que el deseo de recrear, prolongar
y poseer este estado sea abandonado para que la percepción
pueda permanecer pura y por lo tanto, fiable.
Resumiendo, se puede decir que la práctica de la meditación
de la calma duradera conduce a conseguir ecuanimidad y paz. En un
estado de calma la mente es capaz de una atención clara en
la que es consciente de su naturaleza profunda como bienestar dichoso,
claridad y vacuidad, sin imponer el concepto equivocado de verdaderamente
substancial, existencia inherente, sobre la mente misma. Con una
práctica continua el potencial para que esas capacidades
aumenten no tiene límites y finalmente, uno entra en un estado
de iluminación. Es como una oruga emergiendo del capullo
como una mariposa. La conciencia de una persona con este nivel de
consciencia está totalmente desapegada de las preocupaciones
mundanas o intereses egoístas, y él o ella está
solamente interesada con el desarrollo adicional de la concentración
meditativa, aunque, por supuesto, es todavía necesario comer
para mantener el cuerpo. Sin embargo, por muy elevados que esos
estados meditativos puedan ser, no transcienden la existencia samsárica
y no provocan la liberación última. No son comparables
con la iluminación de Buda.
Para conseguir la amplia conciencia que caracteriza el estado de
iluminación, así como la obtención de la liberación
de estados samsáricos de conciencia, es crucial que la práctica
de la meditación de la calma duradera sea combinada con la
meditación superior de la visión profunda. (T: Lhaktong,
S: Vipashyana), la cual es también, a veces, llamada meditación
analítica. Una vez que se ha aumentado la capacidad de la
mente para mantener la atención de la calma duradera, la
meditación superior de la visión profunda llega fácilmente
y de manera natural. Aunque mucha gente habla de vipashyana como
una forma de meditación, a menudo empleada por meditadores
aprendices de varias tradiciones, en este caso, el término
es usado de una manera muy específica. Realmente, la misma
palabra puede ser usada para describir dos diferentes niveles de
práctica. Aquí se refiere a una práctica más
bien avanzada, y a su estado más elevado, esto es inseparable
de la conciencia de un Buda. Así que no es nada común.
Dentro del contexto de la filosofía budista tántrica,
incluso el razonar intuitivo altamente evolucionado del madhyamaka,
y otras escuelas de pensamiento, son categorizadas como tipos superiores
de meditación de la visión profunda. En general, aunque
están interrelacionadas, la meditación de la calma
duradera se refiere normalmente a la fase de desarrollo, y la superior,
de la visión profunda, a la fase de finalización,
y así, en su materialización se considera una forma
de meditación muy avanzada.
Como principiantes debemos analizar nuestro estado de la mente actual
y darnos cuenta que es una ilusión. Por medio de investigaciones
lógicas debemos descubrir la causa de la confusión
mental. Nuestra búsqueda nos conducirá inevitablemente
a ver claramente que los fenómenos interiores y exteriores
(sensaciones mentales y objetos de la percepción de los sentidos)
no tienen sustancia y son irreales.
Al empezar la meditación analítica, lo mejor es observar
la naturaleza del fenómeno exterior y, entonces, proceder
de una manera gradual con aspectos más sutiles de la mente,
ya que este segundo aspecto, aunque menos obvio, es una consideración
más relevante para la práctica de la meditación.
Por medio de la indagación lógica podemos ver que
los objetos externos son simplemente manifestaciones de estados
confusos de la mente, y no existen como creemos que lo hacen. En
realidad, son simples proyecciones mentales. Es por esta razón
que en el Budismo Mahayana, la comprensión de la naturaleza
de la causa y efecto, tal como se observa en el mundo exterior,
es la base sobre la cual se sustentan otros enfoques filosóficos.
Una vez que la naturaleza de estas proyecciones mentales es entendida,
se puede invertir el proceso mental que crea el aparente constreñimiento
sólido de la realidad ordinaria, y, de esta manera, es posible
trascender los estados de la mente ordinarios que son controlados
por la confusión. Nuestra experiencia del presente, relegada
al contexto de realidad relativa, nos conduce a ver los acontecimientos
mentales que se suceden, o, en otras palabras, los fenómenos
exteriores, como substancialmente reales, mientras que, de hecho,
su naturaleza es ilusoria, como imágenes en un sueño.
Es por esta razón que somos controlados por estas ilusiones.
Por medio de la meditación, podemos, finalmente, superar
esta tendencia, mientras la mente se da cuenta de una manera gradual
de su propia naturaleza. Progresivamente, las ilusiones que se manifiestan
externamente, llegan a estar bajo un control consciente, e, incluso,
sirven como un realce de la práctica meditativa. Los Bodhisattvas,
seres que han realizado la naturaleza de la vacuidad y que han cultivado
con éxito la compasión perfecta para todos los seres,
son capaces de utilizar, e incluso transformar la realidad ilusoria
para satisfacer espontáneamente las necesidades de los seres
sintientes y, además, son capaces de manifestarse simultáneamente
en varios reinos para guiarlos.
El Buda Amitabha, por ejemplo, se manifiesta en el reino búdico
de Dewachen, mientras se manifiesta simultáneamente en cualquier
otra parte que le sea apropiado hacerlo. Esto es posible porque
es capaz de controlar la realidad. El es como un médico que
es capaz de curar cualquier enfermedad con la medicina apropiada.
El nivel de maestría de un Buda, tal como Amithaba es bastante
grande, pero incluso en estadios más tempranos se pueden
manifestar grandes capacidades. Un practicante que ha dominado los
seis yogas de Naropa será capaz de dedicarse a la práctica
del sueño consciente. Siendo capaz de mantener la consciencia
durante el sueño adquiere la capacidad de manipular las fuerzas
causales de un sueño, que no están fijadas fuertemente.
Con práctica, pueden ser controladas por la mente. Un practicante
muy realizado es capaz de expandir esta consciencia y relacionar
el mismo principio a fuerzas causales en la vida diaria. Es por
esta razón que los Bodhisattvas de primer y segundo nivel,
habiendo conseguido la capacidad de manifestarse libremente, son
capaces de beneficiar grandemente a los seres, aunque no con tanta
amplitud como los Budas. El principal objetivo de tales prácticas
es percibir la esencia de la mente tal como es. Una prueba de esta
esencia sería el restablecer la vista a una persona ciega.
La percepción de la verdadera naturaleza de la mente es más
y más exacta en la medida que uno se familiariza con la práctica.
Por lo que, es beneficioso utilizar la meditación analítica
para llegar a una conceptual aproximación de la intrínseca
naturaleza de la mente, la cual será más tarde revisada
a través de la experiencia directa.
El análisis empieza con observaciones muy básicas.
Por ejemplo, veremos que la mente no es de una naturaleza física,
tiene otras cualidades que aquellas que pueden ser vistas y tocadas,
y que se adscriben al cerebro.
Pero eso no es nada. Es una presencia viva que es intensa y dinámica.
La naturaleza real de la mente es clara, vacía y no obstruida.
Además, podemos dividir la mente en dos aspectos. El primero,
es el estado del que somos conscientes, el cual, consiste en un
flujo continuo de pensamientos que surgen y cesan, cada uno distinto
del anterior.
Intenta contar el número de pensamientos que ocurren en sesenta
segundos. Puedes ver que muchos aparecen y se van. Los pensamientos
no son entidades sólidas, y no es posible parar el surgir
y cesar de éstos. Intenta contar los colores que tú
ves ante ti en este instante. La mente percibe cada color claramente,
aunque no se concentra específicamente en cada uno. Cada
color es la causa de un nuevo pensamiento emergiendo. Así
que si todos los pensamientos son eliminados, ¿qué
queda?
Lo que resta es el segundo aspecto de la mente, que se enfoca en
sí misma, en vez de en otros objetos. Nada será visto,
oído, degustado, olido o sentido por medio del sentido de
la conciencia cuando ésta suceda, y la conciencia será
completamente liberada de todo confinamiento.
Siguiendo esto, el alcance de la visión mental, el oído,
etc. Se hará inmensamente más grande que antes, y
así, los cinco tipos de conciencia perceptiva de los sentidos
más elevados ocurrirán.
Para alguien que es nuevo en la meditación, a través
de una práctica básica que pone énfasis en
ser consciente del yo, tiene el potencial de progresar a lo largo
de los estadios descritos aquí. Finalmente, en la medida
que la capacidad de mantener la atención en un punto sin
esfuerzo se desarrolla, emociones perturbadoras tales como el orgullo
y los celos, pueden ser analizadas.
Como resultado, los objetos exteriores de atención se transforman
en objetos interiores de atención. La verdadera raíz
que lleva a colgarse de la realidad como verdaderamente existente
no puede ser arrancada hasta que un nivel muy avanzado de meditación
superior de la visión profunda es conseguido. Pero es todavía
posible que mucho antes las emociones conflictivas sean, al menos,
parcialmente suavizadas.
Incluso al principio, la práctica de la meditación
de la calma duradera, disminuye los obstáculos emocionales
permitiendo ver claramente cada emoción cuando surge, y,
por lo tanto, comprender que verdaderamente no existe, siendo, simplemente
un acontecimiento mental. Si la mente es capaz de darse cuenta de
la vacuidad de las emociones, entonces no existen. Incluso el apego
remitirá cuando sea reconocido como vacío. El karma,
por otro lado, continuará funcionando como el incesante flujo
de causa y efecto. La meditación de la calma duradera por
sí misma, no tiene el poder de liberar al meditador de la
necesidad de estar sujeto al proceso de causa y efecto. La disciplina
en la vida diaria, tal como la regulación de la ingesta de
comida, ayuda disminuyendo el impacto de las experiencias frustrantes
sobre el equilibrio de la mente.
Para
cuando se haya conseguido un nivel que le permita a uno dedicarse
a la meditación superior de la visión profunda, los
problemas relacionados con los efectos kármicos no molestarán
mucho. Sin embargo, el nivel de la práctica de la meditación
de la calma duradera, puede ser, todavía, fácilmente
perturbado. ¿Qué hacer con esto?
Una recomendación que yo doy es la de tomar los votos de
Bodhisattva, que suponen un compromiso de postergar un deseo de
iluminación ante el gran objetivo de ayudar a todos los seres.
Por medio de tal compromiso, uno siembra en ese momento las semillas
para su futuro desarrollo, resultando ser un fuerte y sincero deseo
de liberar a todos los seres del sufrimiento del samsara. Es beneficioso
recordar a la mente que todos los seres, sin excepción, son
nuestros familiares, ya que, en algún momento, durante anteriores
existencias, han sido nuestros padres o madres, y nos han mostrado
inconmensurable cariño.
Manteniendo esta clase de perspectiva se transforma la práctica
de uno completamente, ya que si la motivación personal de
esforzarse por la propia liberación es alterada a causa de
la compasión, entonces se adopta, realmente, el camino más
corto y directo de conseguir la iluminación. ¿Por
qué? Porque desde el mismo comienzo, esta motivación
pone el foco de los propios pensamientos en línea con los
de Buda.
Tomando los votos de Bodhisattva, uno promete seguir unas pautas
de conducta apropiada, asociadas con la forma de vida de un Bodhisattva.
Los votos se relacionan, no sólo con la propia actividad
exterior, sino también con la actitud interior. Si la promesa
es mantenida cuidadosamente y no se permite que se deteriore nunca,
el inmenso poder generado por observarlo, suavizará toda
clase de potenciales perturbaciones emocionales y obstáculos
de la propia práctica. Como Shantideva dijo en La vida
de un Bodhisattva: Tomar este voto le protege a uno
de toda clase de obstáculos. Por lo que es necesario
hacer continuos esfuerzos para mantener este voto, renovarlo interiormente
de una manera regular y particularmente cuando uno se da cuenta
que ha sido incumplido. El enfado, los celos y el orgullo son los
principales factores que debilitan el compromiso y la propia convicción.
Habiendo tomado los votos, uno debería definitivamente hacer
todo lo posible por mantenerlos, pero surgirán, por supuesto,
muchas dificultades, especialmente al principio.
Es casi inevitable que uno sea arrastrado por pensamientos, palabras
o actos equivocados. Como remedio es bueno recitar el Sutra
de las Tres Recolecciones tres veces al día, mientras
se visualizan los treinta y cinco Budas, y se piensa en el bienestar
de todos los seres sintientes. De esta manera, el voto será
mantenido.
En conclusión, me gustaría animar a todo el mundo
a considerar profundamente la importancia de la meditación.
Si consideramos realmente lo corto de nuestra existencia, pienso
que sentiremos una gran motivación hacia la práctica,
aunque somos los únicos que debemos decidir realmente sobre
lo que es importante. Otro punto a considerar es la importancia
de tener alguien que nos guíe. Ya que estamos dentro de una
tradición, es necesario tener un guía. Confiar en
un maestro auténtico será algo muy beneficioso para
ti.