Conferencia del Pr. Josetxo Beriain en la Universidad Pública de Navarra

 

 

                                                                 
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SABER O PADECER:

LA CONTINGENCIA EN ORIENTE Y OCCIDENTE

El objetivo de este trabajo es el análisis de los diferentes significados que adopta la contingencia, es decir, parto del supuesto de la exclusión de la necesidad y de la imposibilidad en el mundo de la experiencia y de la acción humanas. Contingente es aquello que no es ni necesario ni imposible, aquello que puede ser como es, pero que también puede ser de otro modo. La contingencia expresa lo dado (experimentado, esperado, pensado, imaginado) a la luz de un posible estado diferente; designa situaciones en un horizonte de cambios posibles. Presupone el mundo dado, es decir, no designa lo posible en sí mismo, sino aquello que, visto desde la realidad, puede ser de otra manera. Por tanto, en el concepto de contingencia se presupone la realidad de este mundo como primera e insustituible condición de lo que es posible. La absorción de la incertidumbre, de la indeterminación se da mediante la estabilización de expectativas a través de fórmulas reductoras de la contingencia, que en las primeras sociedades adoptan un formato religioso, es decir, la transformación de lo indeterminado en determinado se expresa por una sacralización inmediata del problema.


Voy a partir de la delimitación del problema en el corte que supone la emergencia de civilizaciones axiales estableciendo una diferencia entre religiones preaxiales – relacionadas fundamentalmente (aunque no únicamente) con la preservación del orden cósmico y social, y entre las que se encuadran las religiones de la Edad de Piedra, y las ahora extinguidas religiones nacionales sacerdotales del antiguo Oriente medio, Egipto, Grecia y Roma, India y China- y religiones axiales –relacionadas fundamentalmente (aunque no únicamente) con la cuestión de la salvación, la redención o la liberación, entre las que cabe señalar a las religiones históricas universalistas: confucionismo, budismo, taoísmo, antiguo judaísmo, Islam y cristianismo temprano; estas emergen en sociedades más o menos alfabetizadas y se encuadran en el área de estudio de la historia más que de la arqueología y la etnografía.


Las primeras expresiones de lo social en formato religioso aparecen, en las sociedades de cazadores y recolectores y en las sociedades horticultoras simples, en torno a las categorías de "mana", "wakan", "manitu", "orenda" siendo tematizadas por Durkheim, Hubert y Mauss. Tales categorías expresan la protoemergencia de totalidades de significado en las sociedades con una diferenciación social más simple. En estas sociedades la religión opera transformando lo indeterminado (contingente) en determinado, haciendo todo sagrado, sacralizando todos los problemas. No hay alternativa a lo dado y a lo que sucede. Esta sacralización de la existencia se realiza a través de mitos y rituales en los que se manifiestan procesos de comunicación ceremonial que reducen la contingencia, la indeterminación, por medio de la específica conexión religiosa entre Dios, el hombre y el mundo.

En las sociedades encuadradas en las civilizaciones axiales mencionadas, es decir, en las sociedades donde surgen las grandes religiones universalistas, cuanto más se confirma la concepción de un Dios personal o de un cosmos impersonal (ambos supramundanos) tanto más agudo se hace el contraste de la trascendencia divina con la imperfección inmanente-contingente del mundo y del hombre, construyéndose diversas variedades de teodicea (y en última instancia de sociodicea). La emergencia de visiones del mundo dualistas transcendentales (este mundo /el otro mundo) y el surgimiento de profetas, clérigos, filósofos y sabios, como producto de una diferenciación interna dentro de la propia institución de la religión con la consiguiente profesionalización de lo sagrado, vienen a sustituir el monismo cosmológico (que Erich Neumann ha expresado en la idea: "cuando todo era uno") que caracterizó a las religiones preaxiales. La construcción social de la idea de salvación y la profecía así como la idea de una "satanización del poder del mal", presente sobre todo en el antiguo judaísmo, como apunta Max Weber, son el germen de la ruptura de un destino dado e inexorable y el comienzo de la producción de un destino
socialmente construible a través de la introducción de nuevas distinciones directrices que vienen a complejizar la ya existente de sagrado / profano, como son las de salvación/ condenación, dolor / curación, pecado / gracia, etc. Para las formas religiosas orientales se adopta un imaginario social central que representa el cosmos impersonal, el karma, y para las formas religiosas occidentales se adopta la forma del monoteísmo de una persona trascendente a la que se tributa culto y cuyo juego de voluntad divina y obediencia humana permite, mediante una fuerte intelectualización (dogmas) explicar los acontecimientos, ofrecer alternativas, en suma seleccionar la realidad y dotarla de sentido. En este apartado me voy a servir de la sociología religiosa Weberiana para describir la forma específica en que la religión transforma lo
indeterminado en determinado.


La modernidad redefine los umbrales de contingencia situándolos más allá de la cadena de reencarnaciones del karma oriental y del Eschaton occidental que se distiende entre un tiempo primordial y un tiempo final, es decir, la pérdida del monopolio cosmovisional de la religión produce un cambio que se manifiesta en la pérdida de plausibilidad de las categorías de providencia y de predestinación judeocristianas creando un nuevo interés en torno a categorías como el azar, la suerte, y más tardíamente el riesgo, como secularización de la diosa Fortuna, configurándose de esta guisa una época postaxial. Además del propio Weber, Blumenberg, Toulmin y Kosselleck pondrán de manifiesto cómo emerge en la nueva conciencia de la época una situación en la que "lo improbable deviene probable", por la razón, de que todo, o casi todo, es transformado en un futuro previsible, es decir, se amplía el horizonte de aquello que "puede ser de otra manera", por tanto, se amplia el umbral de contingencia. A medida que una sociedad deviene más compleja, más posibilidades se hacen visibles y las fórmulas de reducción de contingencia ya no son monopolio exclusivo de la religión sino que se manifiestan en otras esferas culturales de valor como la política, la economía, el derecho, la ciencia, el arte, etc. Para ejemplificar esto analizo la producción social moderna de umbrales de contingencia siguiendo las aportaciones de N. Luhmann y Z. Bauman, la formación de universos de discurso en la modernidad dependiendo de contextos de contingencia según R. Rorty, y finalmente analizaré la contingencia de la acción expresada en el concepto de "productos esencialmente colaterales" en R. K. Merton, J. Elster y A. O. Hirschman.


Extracto de la conferencia Impartida por Josetxo Beriain en las I Jornadas Ciencia y sabiduría profunda frente al Sufrimiento en el siglo XX

(2 de Mayo del 2001)